Por Marilú Martens - Directora de CARE Perú

Lectura de:

En una plaza de Cura Mori, Piura, más de 200 mujeres celebraron en mayo su graduación. Para muchas, era la primera vez que sostenían una tablet entre las manos o que asistían a clases virtuales. Lo que empezó como un proyecto para terminar la educación básica se convirtió también en una puerta hacia el mundo digital. Y es que, en el Perú de hoy, conectarse no es un lujo: es la diferencia entre quedarse atrás o avanzar hacia el desarrollo.

El país ha dado pasos importantes. Según el INEI, el acceso a internet en zonas rurales pasó de 36.1 % en 2021 a 51.8 % al cierre de 2023. Son más de 15 puntos en apenas dos años, gracias a programas de conectividad rural, el internet móvil y alianzas público-privadas que han llevado antenas 4G a comunidades amazónicas y andinas donde, hace no mucho, la señal parecía un sueño imposible.

Pero la brecha persiste. Mientras el 89.8 % de limeños se conecta, en el campo la cifra no llega ni a la mitad. Y aún más alarmante: el 96 % de los centros poblados rurales carece de cobertura de internet. La desigualdad digital golpea a todos: estudiantes  que no pueden seguir clases, agricultores que no acceden a precios de mercado, jóvenes que buscan trabajo en un mundo que ya no publica avisos en papel. La ENAHO 2023 confirma que los hogares de menores ingresos y con menor nivel educativo son los más rezagados en el acceso a tecnologías, reforzando un círculo de exclusión que afecta tanto a hombres como a mujeres.

Ahí es donde entran experiencias transformadoras. El proyecto “Ella Escribe su Futuro”, de CARE Perú con apoyo de Lancôme Francia, ha demostrado que la educación digital puede cambiar destinos. Desde 2022, más de 2400 mujeres jóvenes y adultas de Cajamarca, Piura, Huánuco y Junín participaron en el programa. De ellas, 1412 concluyeron la Educación Básica Alternativa y 94 se han convertido en lideresas comunitarias que hoy alfabetizan digitalmente a otras mujeres.

«En el Perú de hoy, hablar de transformación digital es hablar de justicia social. Y garantizarla es, más que una aspiración, una tarea urgente e impostergable».

Otra historia se escribe con “Niñas con Oportunidades”, que acompaña a adolescentes de secundaria en áreas rurales de seis regiones. Aquí, la digitalización se cruza con la vida misma: competencias financieras, proyectos STEAM, salud sexual integral y habilidades socioemocionales. El impacto no es abstracto: en tres años, más de 9500 estudiantes participaron, y las instituciones educativas intervenidas redujeron en 50 % los casos reportados de embarazo adolescente.

El esfuerzo también alcanza a niñas, niños y docentes a través de “Aprendemos +, Crecemos y Emprendemos Siempre”, junto al Ministerio de Educación. En escuelas multigrado de la sierra y la selva, la tecnología ya no es ajena: 87 instituciones recibieron equipamiento adaptado y más de 1500 estudiantes participaron en talleres de prevención de la violencia y desarrollo socioemocional, con contenidos contextualizados a su cultura y lengua.

Las cifras se vuelven rostros cuando uno escucha a las maestras que ahora envían tareas por WhatsApp, o a madres que, gracias a un celular, acceden a información de salud antes inaccesible. La digitalización, cuando se vive en carne propia, no es infraestructura: es educación, salud, seguridad y autonomía.

El reto, sin embargo, está lejos de resolverse. Cerrar la brecha digital exige niveles claros de responsabilidad: en primer lugar, el Estado, como garante del derecho a la conectividad; luego, las empresas de telecomunicaciones, responsables de ampliar infraestructura con calidad y tarifas accesibles; la cooperación internacional, que debe seguir invirtiendo en innovación y proyectos inclusivos; y finalmente, la sociedad civil, con iniciativas que acerquen la tecnología a comunidades vulnerables. Solo con este esfuerzo conjunto se podrá garantizar que cada peruano —sea niño, joven, madre o agricultor— tenga la posibilidad de conectarse y ejercer plenamente sus derechos.

En el Perú de hoy, hablar de transformación digital es hablar de justicia social. Y garantizarla es, más que una aspiración, una tarea urgente e impostergable.







Continúa con tu red social preferida

Al continuar serás un suscriptor gratuito

O continúa tu correo.

Escriba su correo electrónico con el que se suscribió para acceder

Suscríbete

Ya me suscribí.