
En un mundo empresarial cada vez más tecnológicamente sofisticado y complejo, la primera impresión que tiene un colaborador al incorporarse a una empresa puede determinar su sentido de pertenencia, productividad y retención.
Lo cierto es que las competencias digitales y habilidades, ya deberían ser parte del entorno laboral. En Perú, apenas un 10 % de la población cuenta con habilidades digitales avanzadas, un 20 % con habilidades intermedias, y cerca de un 30 % con habilidades básicas, según cifras de Cepal. Esto implica que muchos nuevos colaboradores llegan sin competencias fundamentales para utilizar plataformas, herramientas digitales o metodologías propias de la nueva economía. Si no hay un manejo tecnológico estructurado, la curva de aprendizaje se alarga y afecta no solo la productividad, sino también el compromiso, la cultura de la organización y al final de cuentas rentabilidad y sostenibilidad de las empresas.
Invertir en programas de inducción digital es, por tanto, una decisión estratégica con retornos tangibles. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Ministerio de la Producción (PRODUCE) reveló que el 50 % de las empresas en el Perú, en una muestra de los sectores comercio, manufactura y servicios, no cuentan con un plan de transformación digital. Más allá del impacto económico, los programas de formación digital generan beneficios humanos: incrementan la satisfacción laboral en 91 % y reducen la rotación de personal en 20 %.
«El líder debe ser el primero en mostrar el uso de las nuevas pautas y los nuevos procesos».
Ahora, la inducción digital no debe confundirse con la incorporación indiscriminada de herramientas tecnológicas. La sobrecarga digital —derivada de múltiples plataformas sin una estrategia clara— usualmente genera estrés, resistencia y pérdida de foco. Lo que se requiere es priorizar las herramientas clave, planificar la implementación por etapas y promover el bienestar digital de los equipos y tener claro desde el principio a dónde queremos llegar.
Una inducción digital bien diseñada también fomenta habilidades críticas para la competitividad empresarial: análisis de datos, gestión ágil de proyectos, comunicación efectiva e innovación orientada al cliente. En este proceso, los líderes juegan un rol fundamental al moldear una cultura de aprendizaje continuo, adaptabilidad y pensamiento digital. El líder debe ser el primero en mostrar el uso de las nuevas pautas y los nuevos procesos.
Finalmente, las empresas que asumen este enfoque no solo potencian el talento de sus colaboradores, sino que fortalecen su capacidad de respuesta frente a retos como la automatización, el trabajo remoto, la integración de la inteligencia artificial y aseguran la rentabilidad y sostenibilidad de las empresas en el largo plazo. Convertir la inducción digital en una ventaja competitiva ya no es una opción: es una apuesta estratégica para el futuro.