
En un mundo donde la sostenibilidad dejó de ser una opción para convertirse en una necesidad, las empresas enfrentan un desafío clave: demostrar que pueden crecer de manera rentable sin comprometer el planeta. Es aquí donde entra en juego el concepto ESG —criterios ambientales, sociales y de gobernanza—, que hoy define no solo la reputación de una empresa, sino también su valor financiero y su acceso a inversión. Dentro de este enfoque, la descarbonización se ha posicionado como uno de los indicadores más relevantes.
De la responsabilidad ambiental a la necesidad financiera
Durante años, reducir las emisiones de carbono fue visto como parte de la responsabilidad social empresarial. Sin embargo, la realidad actual ha transformado esa visión. Hoy, tener una estrategia clara de descarbonización es una ventaja competitiva tangible. Empresas que demuestran esfuerzos reales por reducir su huella de carbono pueden acceder a créditos más favorables, emitir bonos verdes o ser incluidas en portafolios de inversión sostenible.
Pero hay más. La presión de los mercados internacionales, los consumidores informados y los reguladores hace que las empresas con alto impacto ambiental enfrenten mayores riesgos financieros: restricciones comerciales, pérdida de contratos, multas regulatorias y deterioro de su imagen pública. En cambio, aquellas que integran criterios ESG en su gestión, y particularmente en su impacto ambiental, están mejor preparadas para adaptarse al nuevo entorno económico global.
«Durante años, reducir las emisiones de carbono fue visto como parte de la responsabilidad social empresarial».
Un nuevo activo estratégico
Un plan de descarbonización no es solo un documento ambiental, sino un instrumento de gestión empresarial y financiera. Comienza con un diagnóstico de la huella de carbono, identificando las principales fuentes de emisión directa e indirecta. Luego se diseñan medidas concretas: optimización de procesos, uso de energías renovables, eficiencia energética, movilidad sostenible o rediseño de la cadena de suministro. A esto se suman metas claras y verificables, reportes periódicos y una comunicación transparente hacia los stakeholders.
Estas acciones, cuando están alineadas con estándares internacionales como TCFD (Task Force on Climate-Related Financial Disclosures) o SBTi (Science Based Targets initiative), elevan la credibilidad de la empresa frente a bancos, inversionistas y clientes.
Casos que marcan la pauta en América Latina
Cada vez más empresas en la región están apostando por integrar la descarbonización en el corazón de su estrategia. Algunas agroindustriales en Perú y Colombia han conseguido financiamiento internacional con tasas preferenciales gracias a su compromiso con la carbono neutralidad y el uso eficiente del agua. Otras, del sector industrial y energético, han mejorado su calificación ESG luego de adoptar metas de reducción de emisiones alineadas con los Acuerdos de París. Estos casos no solo reflejan una evolución en la cultura empresarial, sino también una respuesta inteligente al lenguaje actual del mercado financiero.
Desde Salaverry Terminal Internacional somos un ejemplo en el sector portuario, siendo una Concesión hemos apostado por un Plan de Descarbonización a varios años que nos lleva a buscar siempre la eficiencia pero no solamente desde los ahorros en consumo de agua o energía, o la implementación de paneles solares para las oficinas administrativas, si no que, además, dentro de nuestro Plan de Responsabilidad Social y del Plan de Proyectos Sociales del Fondo Social Salaverry, buscamos el desarrollo de programas ambientalmente sostenibles, no solo buscamos nuestro beneficio si no que ayudamos a que la ciudad sea más verde y saludable.
La integración de criterios ESG y, en especial, el compromiso con la descarbonización, ya no es una moda corporativa, sino una necesidad financiera estratégica. Las empresas que lo entiendan a tiempo podrán acceder a nuevas fuentes de capital, mejorar su relación con clientes y comunidades, y prepararse para los cambios regulatorios que se avecinan.
Las finanzas del futuro serán sostenibles. Y las empresas que quieran formar parte de ese futuro necesitan alinear su propósito con el planeta… y con sus estados financieros.