Foto: Acústica Marina

Por Diego Balarezo, gerente comercial de Pesquera Hayduk

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Julio es un mes en el que celebramos con orgullo nuestra identidad peruana. Pero más allá de los símbolos, también es un momento propicio para reconocer uno de los mayores tesoros del país: el mar.

Desde hace décadas, la pesca ha sido uno de los motores de la economía nacional, generando empleo, desarrollo regional y posicionando al Perú como un actor clave en los mercados internacionales. Sin embargo, también es una industria que conlleva un compromiso firme: el de operar de forma sostenible y responsable.

Hoy, el sector pesquero representa cerca del 1 % del PBI nacional y es una de las principales fuentes de ingresos por exportaciones no tradicionales. Solo en 2024, la pesca generó alrededor de 400 mil empleos directos, dinamizando economías locales en regiones como Piura, Chimbote o Ilo, donde la actividad pesquera no es solo una fuente de ingresos, sino parte del ADN cultural.

La pesca industrial, además, ha contribuido a profesionalizar la cadena de valor, promover la formalización laboral y al cumplimiento de altos estándares en materia de inocuidad, trazabilidad y gestión ambiental. Esto no solo genera confianza en los mercados internacionales, sino que también fortalece la reputación del Perú como proveedor confiable y sostenible de productos marinos.

La anchoveta, por ejemplo, ha convertido al Perú en líder mundial en la producción de harina y aceite de pescado, con fuerte demanda en mercados de Asia y Europa. Pero este liderazgo trae consigo una gran responsabilidad. Hablar de patria es también hablar de conservación. No es posible construir un Perú moderno si no protegemos los ecosistemas marinos que hacen posible esta riqueza, que va de la mano con una gestión eficiente de los recursos.

Proteger la biomasa y garantizar el equilibrio de las especies son condiciones necesarias para la continuidad de la actividad pesquera. Para ello, contamos con un marco regulatorio robusto que incluye cuotas de captura, vedas estacionales y monitoreo científico.

El mar es parte de lo que somos. Protegerlo es un acto de responsabilidad con el país que queremos construir. No podemos hablar de desarrollo sin hablar de conservación.

Por eso, desde el sector privado, tenemos el deber de sumar activamente a este esfuerzo. Adoptar estándares internacionales, invertir en tecnologías limpias, implementar sistemas de trazabilidad y respetar las vedas no es una opción: es una obligación. Solo así podremos asegurar la continuidad de la actividad y el equilibrio del entorno.

Que la pesca sea motivo de orgullo nacional no solo por lo que exportamos, sino por cómo lo hacemos. Cuidar el mar es también amar al Perú. Y eso implica actuar con responsabilidad, visión de largo plazo y compromiso colectivo. Desde el sector privado, debemos liderar con el ejemplo. Porque no hay progreso verdadero sin respeto por el entorno que nos da sustento.

El mar nos alimenta, nos conecta y nos define. Protegerlo no es solo cuidar un recurso, es honrar lo que somos.

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