
Wimbledon no solo es uno de los torneos de tenis más prestigiosos del mundo, también es ahora parte de una historia de conservación. Cada año, el torneo utiliza unas 55.000 pelotas, muchas de las cuales son vendidas o, incluso, llevadas como recuerdo por los fans. Pero un buen número de ellas tiene un destino muy distinto: se transforman en refugios para ratones de campo en Gran Bretaña.
¿Cómo lo hacen? Se corta una abertura en cada pelota y luego se coloca en entornos naturales. Esa pequeña estructura es suficiente para ofrecer protección y abrigo a estos roedores, cuya población se ve afectada por la pérdida de hábitat.
Un hogar ante la escasez
Los ratones de campo suelen construir sus nidos con pastos y juncos, pero las inundaciones y la intensificación agrícola han reducido la disponibilidad de estos materiales naturales. En este contexto, las pelotas de tenis representan una alternativa eficaz, ya que su forma esférica y su interior hueco reproducen las condiciones seguras y aisladas que estos animales necesitan.
Estos pequeños roedores, comunes en Europa, Asia y Norteamérica, juegan un rol clave en el equilibrio ecológico: dispersan semillas, controlan poblaciones de insectos y sirven de alimento para diversas especies. Aunque algunos los perciban como plagas, su existencia es esencial para mantener la biodiversidad en los ecosistemas rurales.
Su reproducción es rápida, y su comportamiento, generalmente solitario, cambia durante el invierno, cuando pueden formar grupos para conservar el calor.
Tenis, conservación y conciencia
Lo que comenzó como una curiosidad ahora se perfila como una forma creativa de reducir residuos deportivos mientras se impulsa la conservación de especies pequeñas pero vitales. La reutilización de pelotas de tenis no solo alivia la presión sobre los vertederos, sino que también demuestra cómo la sostenibilidad puede surgir en los lugares más insospechados.