
Durante años, miles de peruanos han convivido con la basura como si fuera parte natural del paisaje: botaderos a cielo abierto, lixiviados contaminando aguas subterráneas y humo tóxico en los bordes de pueblos invisibles. Pero ahora, una serie de inversiones del Ministerio del Ambiente (Minam) plantea un giro necesario: recuperar lo degradado y transformar la gestión de residuos sólidos en una verdadera política de salud pública y justicia ambiental.
El ministro Juan Carlos Castro anunció la ejecución de 22 proyectos de inversión que van desde la construcción de rellenos sanitarios hasta la entrega de equipamiento para municipios. Se trata de más de S/ 245 millones invertidos en nuevas infraestructuras y S/ 90 millones para recuperar áreas degradadas en zonas como Tumbes, Juliaca, Moyobamba, Sullana y Azángaro, donde más de 350 mil personas viven expuestas a residuos que no deberían estar allí.
Pero esta intervención no es solo técnica: es simbólica. La basura abandonada revela con crudeza dónde el Estado dejó de llegar. Recuperar esos espacios implica más que remover residuos: es devolver dignidad.
Además, la apuesta no se queda en el cemento: se han comprado 143 vehículos compactadores y se están movilizando fondos para emprendimientos verdes en regiones amazónicas, con una inversión de S/ 12 millones en bio y econegocios que podrían reactivar economías locales con lógica circular.
El Minam también resalta su rol en destrabar grandes inversiones del país, por más de $29 mil millones, en sectores como minería y agroindustria. Una señal de que sostenibilidad y desarrollo económico pueden (y deben) ir de la mano.
La pregunta ahora es si este impulso será constante, o apenas una intervención puntual. Porque lo que está en juego no es solo infraestructura: es la forma en que el Perú se hace cargo, por fin, de lo que durante décadas prefirió ignorar.