
A pesar de los avances en igualdad de género y las iniciativas para reducir la inequidad en el mercado laboral, la brecha salarial sigue siendo un problema persistente en todo el mundo. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2024, por cada 100 dólares que gana un hombre, las mujeres reciben en promedio solo 51.8 dólares. Esta disparidad salarial no solo evidencia una diferencia de ingresos, sino también la menor participación femenina en la fuerza laboral.
De acuerdo con Forbes, la tasa de participación de las mujeres es del 48.7%, mientras que la de los hombres alcanza el 78%, lo que refleja barreras estructurales que dificultan el acceso equitativo a empleos bien remunerados.
Una brecha que varía según la región
Si bien la brecha salarial de género es un problema global, su magnitud varía significativamente según la región. En los Estados árabes, la situación es especialmente alarmante, ya que las mujeres ganan solo 12.4 dólares por cada 100 obtenidos por un hombre. En África, la diferencia también es pronunciada, con mujeres recibiendo 34.7 dólares por cada 100 de sus pares masculinos.
Del otro lado, en regiones más desarrolladas como Europa y América, la brecha es menor, pero sigue siendo significativa. Las mujeres ganan entre 60 y 70 dólares por cada 100 que perciben los hombres. Aunque estos países han implementado políticas de equidad salarial y transparencia en los ingresos, la segregación ocupacional y la falta de representación femenina en posiciones de liderazgo continúan limitando el acceso a mejores salarios.
Mujeres en trabajos de menor remuneración
Uno de los principales factores que perpetúan esta desigualdad es la sobre representación femenina en empleos de menor remuneración. A nivel global, el 50.4% de estos trabajos son ocupados por mujeres, cifra que asciende al 55.9% en países más desarrollados.
Las mujeres se concentran en sectores tradicionalmente menos valorados económicamente, como la educación, la salud y los servicios, a pesar de que estas áreas son fundamentales para el funcionamiento de la sociedad. En cambio, los hombres dominan industrias con mayor remuneración, como tecnología, finanzas e ingeniería. Esta segmentación laboral no solo refuerza la brecha salarial, sino que también limita las oportunidades de crecimiento profesional para las mujeres.
Otro factor clave es la persistencia de estereotipos de género que influyen en la contratación y promoción dentro de las empresas. Muchas mujeres enfrentan dificultades para acceder a cargos directivos o de toma de decisiones, lo que impacta directamente en sus ingresos y en su estabilidad laboral a largo plazo.
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Un problema que podría tardar más de un siglo en resolverse
A pesar de las políticas implementadas en diferentes países y el creciente reconocimiento de la necesidad de igualdad salarial, el progreso ha sido lento. Según el Foro Económico Mundial, al ritmo actual, se necesitarían aproximadamente 169 años para cerrar completamente la brecha salarial de género. Esta estimación subraya la urgencia de medidas más efectivas y de un mayor compromiso por parte de gobiernos y empresas para acelerar el cambio.
Las iniciativas para promover la transparencia salarial, las políticas de igualdad de oportunidades y el fortalecimiento de los derechos laborales de las mujeres han demostrado avances, pero aún son insuficientes para lograr un impacto sustancial en la reducción de la brecha.
Hacia una equidad salarial real para hombres y mujeres
Para lograr una verdadera equidad salarial, es fundamental abordar este problema desde múltiples frentes. La implementación de políticas de transparencia salarial, la promoción de la igualdad de oportunidades y la revalorización de sectores tradicionalmente feminizados son pasos clave para cerrar la brecha.
Es crucial que las empresas adopten estrategias más inclusivas, como la promoción de mujeres a cargos de liderazgo, la eliminación de sesgos en los procesos de contratación y ascenso, y la implementación de políticas de conciliación entre la vida laboral y personal.
La brecha salarial de género no es solo una cuestión de justicia social, sino también un factor clave para el desarrollo económico global. Diversos estudios han demostrado que una mayor equidad en los ingresos genera sociedades más prósperas y sostenibles. Por ello, el compromiso de gobiernos, empresas y la sociedad en general es esencial para garantizar un futuro donde el talento y el esfuerzo sean reconocidos sin distinción de género.
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