Cuando empecé a hacer voluntariado, a inicios de los 2000, lo hacía sin saberlo. Como joven con ganas de ayudar, buscaba compartir valores e intereses con otros, aunque para algunos de mis amigos resultaba aburrido. En esa época, un 34 % de los peruanos ya había participado en voluntariado, según un estudio de la Universidad del Pacífico (Encuesta nacional de donaciones y trabajo voluntario 2001), motivado por la conmemoración del Año Internacional de los Voluntarios. Hoy, el voluntariado es una herramienta clave para la transformación social.
Según el reporte Situación del voluntariado en el Perú 2024, elaborado por el programa de Voluntarios de la ONU, un 73 % de los voluntarios son mujeres y la mitad tiene entre 25 y 44 años. Además, la temática de ayuda social es la que mayor interés refleja, con un 37 %. Si se midiera económicamente, el valor del voluntariado equivaldría al 0.13 % del PBI peruano. Sin embargo, más allá de lo económico, el voluntariado es una práctica que fomenta la participación ciudadana, permite experimentar y reflexionar sobre los retos del desarrollo; robustece la generación de valor público (percepción positiva sobre los servicios que brinda el Estado) y contribuye con la creación de capital social (grado de confianza y asociatividad).
«Si se midiera económicamente, el valor del voluntariado equivaldría al 0.13 % del PBI peruano».
Si en la primera década del nuevo milenio era importante promover el voluntariado, hoy es obligatorio. Es obligatorio que, quienes trabajamos en temas de desarrollo, hagamos incidencia para transversalizar el voluntariado en las organizaciones (Estado, empresa, academia y sociedad civil), para generar evidencia sobre su impacto, profesionalizando su gestión y formando a más gestores que lo implementen estratégicamente.
Con la presentación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2015, el voluntariado fue identificado como un medio clave para alcanzarlos. En Perú, los voluntarios se vinculan especialmente con los ODS 3 (Salud y bienestar), 4 (Educación de calidad) y 10 (Reducción de las desigualdades). No obstante, a medio camino hacia 2030, el avance de los ODS ha enfrentado retrocesos debido a desafíos globales como la pandemia del Covid-19, inestabilidad política, los efectos del acelerado cambio climático, y situaciones socialmente problemáticas como la inseguridad ciudadana y la crisis alimentaria, entre otras.
En este contexto, el Reporte de Desarrollo Sostenible 2022, elaborado por la Universidad de Cambridge, indica que Perú tiene cuatro ODS bien encaminados, ocho con mejoras significativas y cinco estancados. Frente a esta realidad compleja y en constante cambio, se necesitan ajustes en las agendas y prioridades a todo nivel. La introducción de los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI) en 2021 busca fomentar habilidades que permitan enfrentar los retos desde una perspectiva personal y colectiva. Esta iniciativa subraya la importancia de desaprender prácticas perjudiciales y adoptar nuevas maneras de actuar, priorizando la inclusión social, la protección ambiental y el buen gobierno. Es en este eslabón en el que las instituciones de educación básica y superior deben poner énfasis, tanto dentro del aula como fuera de esta.
Resulta clave formar y poner en práctica no solo la teoría del desarrollo sostenible, sino la experimentación misma del enfoque, en este momento y para un futuro en el que podamos conversar, entender y respetar al otro; y en el que pongamos por encima de nuestros intereses particulares, el bienestar de todos y la regeneración ambiental.
En ese sentido, el voluntariado no solo es una forma de acción, sino un espacio de aprendizaje y encuentro entre culturas. A través de experiencias compartidas, se puede redefinir lo que realmente importa, por lo que se vuelve imprescindible como medio y como fin; no solo como herramienta de apoyo, sino como motor de cambio.