Hace dos años, destacábamos en este espacio el papel crucial que los mayores fondos de inversión globales estaban desempeñando para promover la gestión sostenible en las empresas. Este impulso estaba acelerando la adopción de prácticas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) debido a la influencia determinante de las finanzas corporativas en las operaciones. Sin embargo, en el último año, este empuje ha disminuido, principalmente por la presión de corrientes conservadoras en los Estados Unidos, quienes argumentan que esas políticas afectan la libertad económica por intervencionismo del Gobierno, son escépticos respecto al cambio climático y consideran que las inversiones destinadas a reducir las emisiones están afectando la rentabilidad de estos fondos, que son ahorros ciudadanos y para la jubilación de los trabajadores.
La situación se ha agravado con la victoria de Donald Trump en las recientes elecciones y su agresiva postura negacionista y promotora de los combustibles fósiles. Los inversores, anticipando un retroceso en las políticas de apoyo a las energías renovables, han comenzado a retirar sus fondos de las empresas comprometidas. Los mercados, muy sensibles a estas amenazas, reaccionaron al día siguiente de las elecciones con un desplome de los ETF* dedicados a inversiones en energías limpias. Este fenómeno, en que los mercados se adelantan a los acontecimientos, refleja la preocupación sobre las futuras políticas de Trump que no solo puedan desincentivar, sino hasta condenar la inversión en tecnologías limpias y sostenibles. Los grandes fondos de inversión están reevaluando sus carteras para reducir la exposición al riesgo, buscando refugio en sectores menos vulnerables a las políticas anti-ESG. Este ajuste podría tener consecuencias a largo plazo para el financiamiento de proyectos empresariales sostenibles. (*Los ETF son fondos diseñados para seguir el rendimiento de un índice bursátil de sectores puntuales como tecnología, energía o metales).
«La situación se ha agravado con la victoria de Donald Trump en las recientes elecciones y su agresiva postura negacionista y promotora de los combustibles fósiles».
La postura de Trump no solo afectará la percepción pública sobre la importancia del cambio climático, sino que también podría influir en la dirección de las propias políticas ambientales en la órbita estatal y federal. Las propuestas de sanciones para el supuesto “mal uso de los fondos ESG” podrían imponer restricciones adicionales a las empresas que buscan promover prácticas sostenibles, creando un entorno regulatorio hostil para estas inversiones.
Por otro lado, actualmente Europa frente al tema, es toda una incógnita. Aunque su modelo regulatorio es más sólido y comprometido con la sostenibilidad, con iniciativas como el Pacto Verde, dirigido a reducir las emisiones, promover la eficiencia energética y proteger la biodiversidad, así como la Taxonomía en Finanzas Sostenibles y una serie de directivas en sostenibilidad de obligatorio cumplimiento, han logrado consolidar un entorno positivo. Sin embargo, este escenario corre el riesgo de cambiar debido al cuestionamiento de grupos conservadores europeos, de paso cada vez con mejores resultados electorales, que adoptan una posición crítica frente a los avances logrados. Estos grupos consideran que las empresas europeas están perdiendo competitividad frente a sus pares del mundo, debido a la carga que representa la regulación ESG y estos postulados críticos adquieren mayor fuerza ante el nuevo escenario que se presenta en los Estados Unidos.
En este contexto de incertidumbre, la evolución de las políticas ESG dependerá de la habilidad de los líderes empresariales para enfrentar los desafíos actuales y descubrir oportunidades en medio de la adversidad. Aunque el camino hacia la sostenibilidad puede ser complejo y lleno de obstáculos, la resiliencia y la innovación seguirán siendo esenciales para avanzar hacia un futuro más equilibrado y responsable.