Por Stakeholders

Lectura de:


Rafael Valencia – Dongo Cárdenas

Presidente ejecutivo de Grupo Estrategia

En el Perú y en muchos países del mundo, la democracia representativa tal como fue concebida se encuentra en grave crisis. En términos sencillos, la democracia representativa implica que se elige a un representante, alcalde, congresista o presidente de la República, para que actúe por cuenta de la ciudadanía bajo determinados parámetros que son las leyes. Así el alcalde, gobernador o congresista se convierte en el “representante de los intereses del ciudadano”.

Inicio del problema

Un aspecto fundamental de esta forma de gobierno es la confianza que uno debe tener en la persona que ha elegido. Aquí comienza el problema: la ciudadanía no tiene confianza ni en el Congreso, ni en el presidente de la República, ni en ninguna autoridad o institución. Una democracia representativa no puede funcionar si los ciudadanos no confían en sus representantes, agrupados en instituciones.

Cuando existe esta falta de confianza surgen fenómenos sociales que buscan apoyarse en actitudes y prácticas fuera del sistema o de lo establecido. La campaña viral mediática “Chapa tu choro y déjalo paralítico” es un buen ejemplo del apoyo de la población, a pesar de promover un crimen; su impulsora se convirtió en breve tiempo en un personaje más poderoso que el Ministro del Interior. La población no confía en la Policía, en la Fiscalía ni en el Poder Judicial, sino en una fuerza que está al margen del estado de derecho.

En el Perú de hoy, los partidos con principios ideológicos y parte de lo establecido, como el APRA (social democracia) y el PPC (democracia cristiana), no cuentan con apego ciudadano, en el último proceso electoral de abril del 2016 el ciudadano no le ha brindado respaldo eleccionario. Es más, según recientes investigaciones de mercado, los encuestados manifestaban que los líderes de dichos partidos deberían retirarse de la política, como efectivamente al poco tiempo se vieron obligados a hacerlo Alan García y Lourdes Flores.

Estos resultados en las urnas del pasado 10 de abril, mostraron que gran parte de la población quiere votar por candidatos que no tienen partido, ideología ni trayectoria, pero que tienen un discurso con una propuesta en contra de lo establecido – no necesariamente antisistema-, es decir “contra los políticos tradicionales”. Hay muchos ejemplos de candidatos en el mundo que han comprendido estas inclinaciones del ciudadano por lo anti-establecido y entonces desarrollan discursos marcadamente confrontacionales electorales, gracias a ello consiguen adeptos y réditos políticos. Están los casos de Donald Trump en los Estados Unidos, el grupo “Podemos” en España, el comediante presidente electo de Guatemala, etc. Las bases de una democracia representativa establecida-tradicional están en crisis en el mundo.

Soluciones

En primer lugar, es necesario aceptar que todo el sistema no está funcionando, en consecuencia no se puede resolver el problema haciendo cambios en algunas partes o sectores, sino cambiando el sistema en su conjunto. En el país, no solo en la política sino en muchos campos, están ganando las fuerzas anti lo establecido ypeor aún fuerzas antisistema que se manejan de manera anárquica, con discursos radicales e incluso enfrentándose salvajemente a las autoridades. Hay casos en los que una persona, enfrentándose a la Policía y al Estado en su conjunto, puede paralizar un proyecto de inversión de miles de millones de dólares, que debieran generar mejor la calidad de vida de los pobladores, sobre todo de zonas rurales.

El Estado es incapaz de garantizar el desarrollo de un proyecto, cuya concesión ha otorgado con todas las formalidades de ley. La Policía no se preocupa tanto en cumplir las órdenes recibidas, sino en “el qué dirán” la opinión pública y los medios de comunicación. Las poblaciones que rechazan Conga, Tía María o los ómnibus azules en Manchay no lo hacen porque están locos, sino porque las autoridades competentes han procedido de manera equivocada.

Las autoridades debieron comenzar por hacer ver a los pobladores de la zona de influencia de los proyectos con uso de recursos naturales, los graves problemas y consecuencias de la pobreza, desnutrición, morbimortalidad, falta del agua; es decir, interiorizar en la población la necesidad de revertir esos problemas, lo cual se podría lograr con los recursos económicos (impuestos) provenientes del proyecto que explotaría los recursos naturales. Es decir pasar del enfoque de proveer infraestructura al enfoque de despertar necesidades humanas para luego atenderlas.

En el caso de los pobladores de Manchay – Lima (implementación de un servicio de ómnibus de última generación), debieron hacerles ver las condiciones en las que son transportados actualmente: robos, incomodidad, hacinamiento, riesgo de contagio de enfermedades como la TBC, entre otros; por lo tanto los “ómnibus azules” eran una gran alternativa de comodidad, seguridad, higiene y orden. En otras palabras, hay que promover la necesidad del cambio.

La falta de información y motivación previa, es aprovechada por los políticos antisistema (en el caso de la industria extractiva) y por los propietarios de microbuses y combis que cubren la ruta a Manchay a quienes los ómnibus azules les sacarían del mercado. Al final cincuenta personas movilizan a 50 mil y paralizaron un gran proyecto para el servicio de la ciudadanía. Asimismo, los 50 dueños de micros no son tan extraordinarios conductores de masas, sino que el Estado ni la empresa emplean la metodología adecuada en su trabajo de persuasión.

En ese sentido, vemos que casi siempre se actúa al revés:

primero se quiere introducir el producto y no despertar previamente la necesidad. Esta metodología de todas maneras va casi siempre al fracaso. Se puede y se debe lograr que el poblador ame a un proyecto minero -por ejemplo- y lo sienta necesario, casi indispensable para lograr mejorar su calidad de vida no atendida por los últimos 200 años, así el proyecto es solamente un escalón indispensable para lograr los intereses de los ciudadanos. Es un error querer imponer las cosas por la fuerza del Estado, porque es sabido ahora que en el Perú y en el mundo el Estado es el que menos fuerza tiene.

La experiencia nos enseña que nada se puede realizar si el ciudadano no está debidamente convencido y demanda decididamente el servicio, y por tanto los pasos intermedios que se requieran para concretar la satisfacción de su necesidad (“aunque no me interesa el canon si lo necesito para mi ansiada agua”). Si no está debidamente convencido, el ciudadano puede ser preso de manipuladores y sembradores del miedo e incluso puede ser conducido como oveja al matadero (en el ejemplo de los ómnibus azules de Manchay, los ciudadanos terminarán en más del 50% contaminados con TBC por las condiciones insalubres de las combis).

La persuasión es absolutamente necesaria para revertir ese proceso de indefensión de las personas. Asimismo, hay que tener en consideración que así como los micro-antisistema o los que utilizan la manipulación para lograr una determinada forma de actuar de la población, como oponerse a los proyectos de inversión del sector privado y del público (explotación de recursos naturales u ómnibus azules, por ejemplo); también la inversión promovida por el Estado y las entidades privadas tienen herramientas constitucionales, por lo tanto el piso está parejo para ambos lados. Lo que se debe procurar es que los mecanismos de la empresa y del Estado sean inmensamente superiores y eficaces.

Para ello recomiendo dejar de lado el uso de metodologías que han fracasado para las circunstancias particulares de conflictos sociales y usar los principios para resolver conflictos de la Teoría de Juegos del premio Nobel J. Nash, que propuso un modelo matemático para abordar problemas en competencia. Sobre la base de este modelo, hemos desarrollado una metodología para convertir ambientes competitivos y excluyentes, en ambientes cooperativos y colaborativos. Esto no es solo una teoría, nosotros lo hemos logrado en múltiples casos en el Perú. Al lado mismo de proyectos que han sido rechazados sin que medie ninguna diferencia, hemos tenido éxito procediendo con una metodología diferente.

Adoptemos métodos como el de la Teoría de los Juegos de Nash, antes de que los poquitísimos dirigentes antisistema “usando a un pueblo mayoritariamente anti lo establecido” nos devoren la ilusión de un país con cada día menos pobres.







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