Por Stakeholders

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La nueva historia de la papa nativa de Santa Cruz de Pichiú, comunidad que se encuentra en la sierra central peruana, en el distrito de San Pedro de Chaná, Provincia ancashina de Huari, por encima de los 4 000 metros sobre el nivel del mar; comienza en 2015 cuando sus directivos, preocupados por la situación del cultivo, amenazado por el cambio climático y la pérdida de la diversidad, decidieron tomar acciones para recuperar tan apreciado producto agrícola.

En las últimas décadas, la producción exclusiva de papas comerciales, variedad que fue desplazando a las papas nativas —los agricultores de la zona llegaron a cultivar tan sólo cinco variedades—, ponía en riesgo la agro biodiversidad y el principal sustento económico de los agricultores, ante la frecuente ausencia de lluvias, generada por el cambio climático, lo que fue afectando a la producción y la seguridad alimentaria en la localidad.

Ante este panorama, la comunidad decide repatriar 110 variedades de papas nativas de los bancos de germoplasma (banco de semillas) del Centro Internacional de la Papa (CIP), apoyados por el Programa de Desarrollo Agrícola a largo plazo, impulsado por Antamina, y que actualmente es implementado por Cáritas del Perú; dando inicio así a la conservación in situ de estas variedades de papas con las mismas características y colores como las conocieron los incas y sus predecesores.

El cambio climático, las enfermedades propias del cultivo como la Rancha y la Alternaria, así como la preferencias por variedades de papas de alto rendimiento comercial, afectaron notablemente la biodiversidad de la papa nativa.

Hoy por hoy, las familias agrícolas de la comunidad de Santa Cruz de Pichiú, comienzan a dar los primeros pasos en su camino hacia el desarrollo sostenible, sin dejar de lado sus cultivos ancestrales

En Atash, uno de los once sectores que conforman la comunidad de Santa Cruz de Pichiú, se encuentra la parcela donde por primera vez, después de veinte años se cosechan diversas variedades de papas nativas. Y productores como Andrés Velásquez están más que contentos pues han obtenido alrededor de 11 mil kilos del tubérculo andino, cultivado a más de 4 100 metros sobre el nivel del mar, en un espacio menor a una hectárea. Esta cosecha renueva las esperanzas de los productores hacia este cultivo, que es su principal sustento y medio de vida.

De los 11 mil kilos cosechados, mil han sido seleccionados cuidadosamente por las mujeres para ser utilizados como semilla en la siguiente campaña. Las mujeres son expertas seleccionadoras de las papas de primera, de segunda y de tercera, que serán utilizadas para el consumo y la venta, como semilla o como alimento para sus animales. Ellas cumplen un rol importante en todas las actividades agrícolas, lo cual es muy valorado por la comunidad.

Durante la cosecha se encontró matas (plantas) con hasta 5 kilos de tubérculos, lo que genera grandes expectativas respecto a la calidad. Además, se han identificado nueve (09) variedades de papas nativas con alto rendimiento y de buena calidad, así como unas 20 variedades de papas nativas que no se encuentran en el banco de germoplasma, las cuales serán entregadas al CIP para limpiarlas de virus y ser devueltas nuevamente a la comunidad.

Sin lugar a dudas, esta cosecha realizada el 5 y 7 de junio en el sector Atash (al norte de la comunidad) marca una nueva etapa en la vida de los agricultores de Santa Cruz de Pichiú, garantizando un producto de excelente calidad y pionero en la recuperación de variedades ancestrales perdidas. Parte de la cosecha ya ha sido comercializada en mercados de Huaraz, evidenciando que con buen trabajo y organización, los propios productores se convierten en gestores de su propio desarrollo.







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