Por Stakeholders

Lectura de:

BERNARDO KLIKSBERG
Integrante del alto panel mundial de seguridad alimentaria 

El Papa Francisco previene en su histórico documento, la Encíclica “Laudato SI” sobre el cuidado de la casa común, que entre otros aspectos, el cambio climático no es algo que va a venir dentro de muchos años sino que ya está operando y afectando a los más vulnerables de la tierra en primer lugar. Ambas afirmaciones están siendo corroboradas una y otra vez por la realidad.

Un componente crucial del calentamiento global es la emisión de dióxido de carbono enviada a la atmósfera. Es un gas contaminante con un efecto poderoso sobre la retención de calor. El observatorio de medición de su presencia de Mauna Loa, Hawai, termina de informar que sus niveles acaban de superar la cota de 400 partes por millón. Se estima que es la marca más elevada en millones de años.

Eso hará mucho más difícil lograr evitar, como se acordó en Paris, que la temperatura rebase el aumento de 2 grados centígrados sobre la que había antes de iniciarse la revolución industrial. El calentamiento está produciendo la desertificación de vastas áreas de África y sequías reiteradas. Agrava agudamente las dificultades de los agricultores pobres para producir su sustento, y crecen los exiliados climáticos que huyen de esos hábitats hostiles.

Por otro lado, el círculo “calentamiento/derretimiento de los grandes glaciares, suba de los mares, intensificación de los huracanes y desequilibrios climáticos”, incide en desastres naturales recientes en frecuencia e intensidad. El reciente Huracán Matthew superó récords y dejó tras sí un tendal de víctimas. Borró completamente villas de la empobrecida Haití. Trajo además una extensión de la epidemia de cólera. Señala un sacerdote católico de Rendel: “El 90% de nuestra Villa desapareció, muchos se fueron a pie para escapar a las enfermedades y la devastación”.

Los pronósticos sobre los efectos globales del cambio climático sobre la agricultura son inquietantes. Evaluando riesgos, el gigante agrícola, ADECOAGRO reportó (según informa The New York Times) que las sequías redujeron sus niveles previstos de producción de maíz y soya en un 31% y advirtió que “la ocurrencia de condiciones climáticas adversas, especialmente sequías, inundaciones, heladas o enfermedades agrícolas son impredecibles y pueden tener un impacto potencialmente devastador sobre la producción agrícola”.

La pobreza incide en la contaminación ambiental y viceversa. Como resalta el Papa Francisco cuando se refiere a la necesidad de una “ecología social” que integre el análisis de ambas dimensiones. Africa es un ejemplo determinante. El 90% de la población subsahariana está expuesta a la contaminación dentro de sus casas. Se halla en fuerte pobreza y utiliza combustibles sólidos para cocinar, calentarse y alumbrarse. Mueren 600.000 personas al año en esa región, por esta causa. La Organización Mundial de la Salud ha estimado que casi una quinta parte de las muertes anuales se deben a la contaminación y la polución. En el caso de los pobres estos riesgos se maximizan. Un estimado reciente del Banco Mundial ubica la población en pobreza extrema (que gana menos de 1.90 dólar diario) en 767 millones de personas.

Leonardo DiCaprio denuncia en el documental “Antes de la Inundación” que están desapareciendo los arrecifes de coral fundamentales para la preservación de los océanos. Las Bahamas es un verdadero cementerio de ellos. El aumento de las temperaturas y el stress medio ambiental los mató. Lo mismo sucede en otros lugares. Consecuencias “no hay un solo pez a la vista”. Urge actuar.







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