Por Stakeholders

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En los últimos años, la preocupación sobre el futuro de nuestro planeta y su sostenibilidad ha llevado a profesionales de la tecnología (y también a algunos aficionados entusiastas) a proponer ideas innovadoras que brinden soluciones al agotamiento de nuestros recursos naturales y la creciente contaminación.

Sabemos que el petróleo, según los conocedores, se acabará en los próximos cincuenta años. Sin embargo, nuestro consumo del mismo y sus derivados, lejos de disminuir, se ve incrementado año a año. Desde la década del 70, la llegada del Día del Exceso de la Tierra, fecha real en que el recurso natural del planeta se ve agotado, se ha venido adelantando constantemente. El 2017 esta fecha cayó el 2 de agosto, es decir que el recurso del planeta se agotó en tan solo 214 días.

Rosalía Gutiérrez – CEO y Process Manager de Independiente DAS

En este escenario, la preocupación se incrementa en el sector de la construcción, pues es considerado como una de las principales fuentes de contaminación, siendo responsable del consumo del 50 % de los recursos naturales, del 40 % de la energía y del 50 % del total de los residuos generados.

Frente a estas alarmantes cifras, es necesario implementar cada iniciativa con efectividad demostrada, que garantice reducir nuestra huella de carbono hasta su mínima expresión. La meta de emisión 0 para un proyecto arquitectónico no es fácil de alcanzar, complicándose más cuando la ciudad en la que se desarrolla no ha sido planificada con criterios de sostenibilidad. He ahí la importancia de que las propuestas de ahorro energético y reducción de residuos, deban darse a nivel local y global con un solo fin: ciudades sostenibles.

Todo es parte de un engranaje. El desarrollo de las futuras ciudades verdes incluye una serie de pasos que ya se están dando, entre ellos el uso de materiales que bien podrían ser sacados de una película de ciencia ficción, pero que gracias a la tecnología son una realidad: pavimentos fotocatalíticos, que son capaces de reducir el óxido de nitrógeno, azufre, ozono y dioxinas; sensores urbanos, que miden la calidad del aire, la temperatura, el sonido, la humedad y la cantidad de luz; la pintura bioluminiscente, que se carga de energía durante el día y es capaz de irradiar luz en base a su compuesto orgánico sin necesidad de electricidad; y los conocidos paneles solares, iluminación led, uso de energía eólica y mareomotriz, que desde ya se están implementando en nuestras ciudades de Latinoamérica.

Por otro lado, es esencial conocer el entorno natural en el que se desarrollan los proyectos, para lo cual se utilizan software de evaluación de temperatura, exposición solar y dirección del viento, que facilitan el proponer soluciones de diseño ecoamigable como celosías inteligentes ante el asoleamiento, que reducen el uso de energía en el interior de la edificación.

Sin embargo, más allá de las tecnologías aplicadas a usos específicos, el factor decisivo en el desarrollo de una ciudad será siempre el diseño, haciendo un uso óptimo del espacio y priorizando la cercanía de la infraestructura urbana para satisfacer las necesidades básicas de todo ser humano: salud, educación, trabajo y entretenimiento, abasteciéndola de forma inteligente mediante la habilitación de huertos urbanos, que pueden llegar a ser quince veces más productivos que las parcelas rurales, pues un espacio de apenas un metro cuadrado puede proporcionar hasta 20 kg de comida al año, todo esto con la finalidad de evitar los grandes traslados y consecuente contaminación.

Con estas propuestas finalmente evitaremos que se agote no solo nuestra energía y recursos naturales, sino que se robe también gran parte de nuestro tiempo y, lo que es más importante, de nuestra vida en este planeta.







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