Por Stakeholders

Lectura de:

Por: María Pía Sirvent
Gerente General de Empresarios por la Educación


Vivimos en el siglo XXI. Un siglo basado en la incertidumbre de no saber qué nos deparará el desarrollo del mañana ni a qué nos tendremos que adaptar o incorporar en nuestro día a día. Es un hecho que se han producido muchos cambios que han obligado a que nos planteemos diferentes formas de ver y entender el mundo y nuestra realidad. Pero también es una realidad que hoy más que nunca existen personas anónimas con una capacidad infinita de influir en su entorno: los changemakers.

¿Lo más curioso? En educación nos negamos a aceptar la posibilidad de que el salón de clases con su distribución de mesas, pizarra y puesta en escena del docente al frente del mismo, haya cambiado, que el estudiante sea capaz de enseñarnos a nosotros adultos o incluso haya trascendido los límites del espacio de las cuatro paredes.

Llevo tiempo escuchando hablar de la educación en Finlandia, del giro que dio la educación en Singapur con su “Enseña menos, aprende más” y es cierto que podemos aprender como país de las experiencias de otros pero debemos de tener presente y no olvidar que el Perú es un país complejo con unas características concretas, con sierra, costa y selva, con comunidades rurales que viven en estancias, con escuelas a más de 4000 msnm donde tan solo asisten tres niños, con educación intercultural bilingüe, escuelas multigrado, y docentes que siguen diciendo “esto no puede hacerse en nuestra escuela”.

Uno de los retos más grandes a los que nos enfrentamos es la igualdad de oportunidades en el acceso a una educación de calidad para todos y todas sin distinción tal y como consta en el Proyecto Educativo Nacional al 2021 (PEN). Es por eso que las empresas comprometidas con este reto, apuestan por llevar a través de diferentes programas, educación de calidad a zonas rurales.

La subsistencia de muchas comunidades depende justamente de que estas escuelas rurales, como primer escalón, formen agentes de cambio. Todos los programas que tenemos hoy en Empresarios por la Educación abordan la escuela como centro donde confluye no solo el maestro y el niño sino también toda la comunidad a través de los padres de familia. Hacer ver y entender que desde la escuela se puede mejorar la vida en la comunidad es uno de los objetivos que las empresas socias y aliadas que financian los proyectos, tienen claro.

En Orcopampa (Arequipa), la Compañía de Minas Buenaventura, las escuelas (estudiantes y docentes) que están dentro del programa Aprender para Crecer, entidades locales como la Comisaría, Centro de Salud o la misma Municipalidad grabaron una serie de videos que abordaban diferentes problemáticas que se dan en la zona para sensibilizar y movilizar a la comunidad.

La directora y docente Nelly Margot Misme Andrade del colegio Antonio Raimondi del Distrito de Oncogate, Quispicanchi (Cusco) junto con un grupo de estudiantes buscaron dar solución a un problema de su comunidad: el friaje. Para ello recogieron los saberes ancestrales y empezaron a aplicar planchas tejidas con Ichu en paredes, techos de viviendas y galpones para aprovechar las propiedades térmicas de estas plantas (Ganadores Premio Soluciones para el Futuro de Samsung 2017).

Empresarios por la Educación tiene clarísimo que es la educación la que puede cambiar esta sociedad y la escuela el mejor camino para enseñar a los estudiantes cómo sus actos pueden repercutir en todo su entorno. La educación es un bien social, una inversión y no un gasto. Invertir en educación es invertir en hacer de nuestro país, un país mejor porque como decía Jorge Basadre, “A diferencia de los individuos, los pueblos pueden resucitar” (Perú: problema y posibilidad y otros ensayos).







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