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La pregunta en realidad ya no es cómo será el siglo XXI, sino cómo está siendo. Ya estamos cerrando el primer cuarto de siglo y los cambios son enormes; sin embargo, todavía no hemos logrado cambiar el molde básico del aula. La buena noticia es que hay avances y por eso vinimos a España a verlo. Allí donde el idioma y la cultura nos acercan: somos latinos y somos ibéricos, basta pasear unas calles y entrar en una escuela para sentirte de inmediato en casa.

Alfredo Draxl G.R.
Centro para la Educación y el Liderazgo – CIDEL


Centro Escolar Padre Piquer – https://padrepiquer.es

Fundado hace 40 años en un barrio de chabolas de latón, poblado de inmigrantes españoles herederos de la posguerra y de una democracia recién recuperada, hoy el barrio de Almenara ha quedado al interior de la moderna urbe madrileña, limitando con los espectaculares rascacielos que Calatrava diseño para una España que entraba orgullosa en el primer mundo. Almenara sigue siendo un barrio “emergente”, pero ya consolidado y en crecimiento.

Y, sin embargo, el Centro Padre Piquer sigue siendo fiel a esa filosofía originaria de estar abierto a los más desfavorecidos. Mil y cien alumnos de secundaria donde el 51 % de los alumnos no está en el grado que le corresponde porque por migraciones o por razones académicas perdió alguna vez el año; 6 % tiene necesidades educativas especiales; y un 23 % requiere algún tipo de compensación educativa.

En condiciones normales esa escuela sería parte del cuadro habitual de bajo rendimiento, violencia, y abandono escolar. Ante la magnitud del problema, nos cuenta Gregorio Casado, director de innovación y formación, solo cabía tomar decisiones fundamentales, es decir, desde los fundamentos: ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra razón de ser como escuela? y, a partir del no-negociable de su propia identidad, buscar soluciones:

  • Somos para los más desfavorecidos.
  • Nuestra razón de ser es atender a la diversidad. Nadie sobra.
  • La escuela es para los alumnos, ellos son el centro de todo.

Mantener estos principios implicó un cambio radical que posibilite vivirlos. Ellos lo han llamado “Aulas cooperativas multitarea”. Es decir, los alumnos en el centro trabajan cooperativamente, y en diferentes tareas, para el mismo objetivo, recogiendo así la diversidad de realidades en el aula.

Desde estos principios inamovibles, seguía una flexibilidad muy grande, y empezaron a repensarlo todo: el currículo; los tiempos y los espacios mismos como consecuencia.

 

En el currículo, ir a lo esencial, quitar el foco en los contenidos y concentrarse en las competencias fundamentales. Agrupar los cursos en unos pocos ámbitos de enseñanza, trabajar todo por proyectos significativos, ofreciendo alternativas para las distintas capacidades y ritmos de los alumnos, y liberando al docente para atender de forma personalizada a sus alumnos, desarrollando autonomía, responsabilidad y respeto a todo y a todos. Para ello, es necesario  reorganizar los tiempos de clase en grandes bloques que facilite trabajar los proyectos y atender a todos.

Finalmente, renovar los espacios integrando salones y docentes en grandes grupos de unos 60 alumnos atendidos por tres profesores al mismo tiempo, y que trabajan en equipo como orientadores de los proyectos de los alumnos y facilitadores de su aprendizaje.

Los resultados: casi cero abandono escolar, un clima escolar armónico y respetuoso, orgullo de pertenecer a la institución. Y, por supuesto, aprendizajes que abren la vida a estos chicos.

¿Por qué Padre Piquer nos da un chispazo de lo que puede ser el futuro de la educación?

Porque ese microcosmos en el centro de Madrid es representativo de una realidad creciente, fruto de la globalización y las migraciones masivas. Es un futuro posible de ser alcanzado con el presupuesto siempre magro de las administraciones educativas nacionales, pero que con muy  poco responde a la vida y necesidades de los más necesitados.







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