
Jorge Sanabria
Director del Centro de Estudios Ambientales (CEA) de la Universidad de Lima
Se podría decir que, a pocos días de haber celebrado el Día de la Tierra, nuestro planeta sigue dándose un respiro, un respiro de los seres humanos, de nosotros y de nuestros autos, del ruido y de nuestros desechos. En suma, un descanso de la «civilización».
Sin embargo, también es válido preguntar cuánto tiempo más durará este periodo de reseteo. Más adelante, trataré de esbozar una opinión, pero antes sería bueno revisar algunas de las cifras que reportan las autoridades peruanas sobre estas nuevas condiciones ambientales que se presentan en la capital del Perú. Por ejemplo, según información de Senamhi, la contaminación del aire por partículas finas (PM2,5) se redujo en 67 %, tomando como base los últimos 6 años. Esto nos sitúa por debajo del límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
Pero no solo el aire se respira mejor, al dejar de transitar por las calles, la naturaleza se abre camino, se reportan avistamientos de miles de aves marinas que disfrutan de su alimento y una playa sin veraneantes, sin sombrillas ni vendedores ambulantes.
El mundo también vive este renacer de la naturaleza. A finales de febrero, la NASA confirmó el descenso generalizado de la polución en China, luego de las medidas iniciales que adoptó dicho país. Algo similar reportó la Agencia Espacial Europea al señalar que los niveles de óxido nitroso habían disminuido en Italia. En países sureños hay pingüinos transitando por los cruceros peatonales y venados recorriendo ordenadamente las calles.
Sin embargo, a pesar de desear que este reseteo de la civilización sea permanente, hay que ser conscientes de que esta pausa en la economía tiene impactos tremendos. Hay que reactivar los motores de generación de riqueza, pero también es momento de rediseñar los modelos económicos de producción. Es momento de repensar nuestro desarrollo, cambiando las estructuras económicas y laborales, pues una crisis de salud como esta nos ha hecho notar falencias en el sistema de salud y en otros servicios básicos.
Seamos conscientes, entonces, de que no se puede tener una sociedad más justa y con acceso a servicios si no contamos con una economía formal robusta, si no entendemos nuestra responsabilidad ciudadana, si no vemos nuevas formas de hacer empresa y de vivir en armonía con la naturaleza. Puede haber muchas recetas, pero el reto es identificar cuál es la mejor para nosotros. Y en ese reto participamos todos: Gobierno, sociedad y academia.