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El exsecretario de Descentralización de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) cree que el compromiso del ciudadano es la clave para el fortalecimiento de la institucionalidad y la generación de bienestar en el Perú.

Por Rudy Chávez
rchavez@stakeholders.com.pe

En esta entrevista, Luis Alberto Matos, director de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), reflexiona sobre la institucionalidad en el Perú, centrándose en la problemática tripartita que la aqueja: el déficit de capacidad institucional, la precariedad de la cultura cívica y la corrupción.

—La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible contempla que un Estado debe alcanzar una institucionalidad sólida con la finalidad de garantizar la paz, la justicia y la equidad para su población. Considerando la actual coyuntura política, ¿cómo observa usted el cumplimiento de este objetivo por parte del Perú?

El artículo 1 de la Constitución establece como un deber connatural del Estado la defensa del ciudadano y su dignidad, pero lo cierto aquí es que el Estado peruano se ha caracterizado por presentar una marcada debilidad para consolidarse, hacerse eficiente y otorgarle una cadena de valor a la función o servicio que ofrece.

A pesar de haber crecido económicamente, este crecimiento no ha incidido en el incremento del nivel de desarrollo humano ni en la reducción de la brecha de inequidad social ni tampoco en una eficiente distribución de la riqueza. Bajo esta perspectiva, creo que el saldo como Estado y sociedad es negativo, institucionalmente hablando.

—¿Cómo cree usted que la corrupción y la falta de transparencia han impactado sobre la institucionalidad y la confianza ciudadana en el Perú?

En ciencia política se entiende a la legitimidad como la aceptación social de la institucionalidad. La legitimidad, a su vez, se sustenta sobre la confianza ciudadana, y esta se sostiene sobre la transparencia. En este sentido, la transparencia es un eje transversal de la gestión pública que debe permitir que el ciudadano tenga acceso a información relevante para controlar la gestión gubernamental.

Lamentablemente, en el Perú la transparencia ha sido conceptualizada como la publicación de información parcial en una web institucional, lo cual crea una ficción de transparencia y una cultura de la sospecha que le restan legitimidad al sistema político. Esto termina incidiendo sobre cómo el mundo y el ciudadano peruano ven al Perú.

—¿Usted cree que la corrupción y la falta de transparencia en el Perú son producto del mal diseño institucional o del déficit de ciudadanía democrática?

Suele afirmarse que el mal diseño de la estructura gubernamental del Perú es el causante de su corrupción; sin embargo, no hay que olvidar que es la gente la que opera esta estructura. De acuerdo a esto, el problema de la corrupción en el Perú no pasa por el déficit institucional, sino por la falta de cultura ciudadana. Es necesario que el ciudadano entienda que debe dejar de ser un actor pasivo de la sociedad para asumir un rol protagónico y vigilante dentro de ella.

Asimismo, se sabe que quien cae en la corrupción hace una valoración del costo-beneficio de ser corrupto, pero ¿qué porcentaje de la población valora y rentabiliza la honestidad? Estoy convencido de que para transformar la sociedad también hay que hacer meritoria y rentable la honestidad. En la medida en que un ciudadano sienta que la honestidad tiene un valor, va a buscar ser honesto.

—A pesar de uno que otro episodio de ingobernabilidad, la democracia peruana goza de estabilidad. No obstante, el Perú exhibe un bajo nivel de satisfacción con la democracia y un alto nivel de preferencia por un Gobierno que tenga cierto cariz autoritario. ¿Por qué cree usted que sucede esto?

Esto sucede por una razón: nadie puede evaluar lo que no conoce. Debido a la juventud de su democracia, el ciudadano peruano aún no ha aprendido a consciencia qué es la democracia. Generalmente, piensa que la democracia es solamente elegir y esperar un resultado, algo que le ha convertido en un sujeto pasivo e irresponsable. Por esta razón, para él termina siendo fácil culpar a otro de que la democracia no le satisfaga.

El ciudadano peruano dice que apoya a la democracia, pero también expresa que estaría dispuesto a apoyar a un Gobierno autoritario. No por ello diré que el ciudadano peruano no tiene una cultura política, porque sí la tiene, aunque desde la perspectiva de la cultura cívica esta todavía es precaria. No obstante, aún no existe una concordancia entre lo que el ciudadano dice apoyar y lo que efectivamente respalda.

—En el Perú, la solución del déficit institucional y la carencia de ciudadanía democrática suelen achacársela al Estado, pero ¿dónde cree usted que quedan el sector privado, la academia, la sociedad civil organizada y la ciudadanía?

La tarea del empresariado, la academia y la sociedad civil organizada es importantísima no solo desde la responsabilidad social (RS) y la investigación, sino también desde una productividad, rentabilidad e investigación que generen bienestar. Puede que una empresa sea productiva y rentable o que una universidad o una organización de la sociedad civil sea productiva investigando; sin embargo, en el caso de que esta empresa, universidad u organización de la sociedad civil no generen desarrollo para la sociedad, de nada habrá valido el esfuerzo que cada una haya realizado en su respectivo ámbito de acción.

Igualmente, hay que hacer hincapié en que una política pública, un bien o servicio privado y una investigación no solo deben pasar por la teorización, sino también por cómo comprometen concretamente la vida de cada ciudadano. Recuerde que no hay forma de fortalecer la institucionalidad ni de generar bienestar sin el compromiso de la ciudadanía.







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