Por Kely Sánchez Torres
Periodista en medio ambiente y sostenibilidad
Toda empresa independientemente al rubro al que pertenezca y al número de ventas que genere, tiene la responsabilidad de establecer planes de gestión ambiental que estén enfocados por un lado, a reducir sus impactos ambientales negativos, según su nivel de significancia y estos pueden ser: leves, moderados o significativos. Y por otro lado, potenciar sus impactos positivos, como por ejemplo: la generación de empleo en condiciones adecuadas para sus trabajadores que implique el respeto por sus derechos laborales. Sin embargo, ¿Por qué no adelantarse a los impactos ambientales que genera la actividad empresarial y apostar por un modelo que se enfoque a reducir, reutilizar y reciclar sus residuos desde la creación y el ecodiseño del producto?
Y esto en razón al sentido de urgencia sobre la situación del medio ambiente y de los recursos, se necesita ir más rápido que la afectación que viene sufriendo nuestro planeta. Y ello debe apuntalar a rediseñar agendas locales y globales. Según el informe Living Planet Report realizado por World Wildlife Fund, la humanidad consume lo equivalente a 1,5 planetas Tierra, anualmente, por el tipo de actividades que desarrolla.
Es innegable que la escasez de los recursos es consecuencia del modelo lineal con el que la mayor parte de las empresas operan y los gobiernos orientan su normativa ambiental bajo ese enfoque. Sin embargo, frente a ello, la responsabilidad es individual, corporativa y de Estado. Las pruebas que este modelo económico es insostenible, son fehacientes. Según The World resources Institute, más de la mitad del Planeta afrontará la escasez del agua en el 2040. Desde la Economía Circular se propone reutilizarla y reducir su consumo. Las empresas que disponen de productos que en su mayoría están compuestos de agua, son las primeras que no solo deben medir su huella hídrica sino diseñar propuestas para su reutilización.
Otro importante aspecto está directamente relacionado con el deterioro ambiental, es la generación indiscriminada de residuos, que la mayor parte, o por no decir en su totalidad vienen de la empresa, pero también hay responsabilidad en el consumidor. La mentalidad es usar y botar, pero no solo apuntamos al ecosideño como propuesta de económica circular sino a las mejores condiciones que debe crearse desde el Estado para incentivar y promover el reciclaje de los residuos sólidos y que progresivamente se vayan concretando mas iniciativas sobre la segregación de residuos orgánicos. Ojo que también la industria gastronómica es la gran generadora de estos residuos en el país. En conclusión cada industria debe hacerse cargo de sus residuos y los ciudadanos deben hacer cargo de su decisión de compra.
Una arista importante de este tema es que se percibe incredulidad sobre los beneficios económicos que trae consigo actuar con responsabilidad ambiental. Además de que valgan verdades hay todavía desconocimiento sobre el tema. Y esto es congruente con la evolución del concepto de sostenibilidad. “La Fundación Ellen MacArtur calcula que la Economía Circular ahorraría en materiales unos 1.000 millones en todo el mundo”.
Lo importante es que se incorpore a las agendas del Estado, las empresas y en la ciudadanía; la consigna de: reducir, reutilizar y reciclar. Y ello implica romper con la cultura de la producción y el consumo actual.