En conversación con Stakeholders, la reconocida relacionista pública Úrsula Vega presenta su nuevo libro Cupido está en los detalles, donde reflexiona sobre el poder de los gestos genuinos, la empatía y la coherencia como estrategias emocionales para fortalecer vínculos humanos y corporativos.

Por Denisse Torrico

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Úrsula Vega es relacionista pública especializada en el segmento corporativo y fundadora de la agencia PR!, dedicada a la asesoría de imagen y relaciones públicas. Reconocida por su capacidad para conectar con los principales stakeholders, ha asesorado a importantes ejecutivos y empresas en el diseño de eventos estratégicos y experiencias memorables. Tras el éxito de Todo lo que las relaciones públicas pueden hacer por ti… y no lo sabías (2020) y Conectados: #RelacionesPúblicas3.0 (2023), Úrsula Vega regresa con Cupido está en los detalles, una obra que resalta los pequeños gestos como base de las relaciones auténticas y significativas.

En tu nuevo libro relatas tu primera experiencia laboral en una agencia de publicidad y destacas la importancia de los gestos en la creación y mantenimiento de redes de contacto. ¿De qué manera estos gestos contribuyen a fortalecer los vínculos?

Hay una gran diferencia entre tener una base de datos y tener una red de contactos. La base de datos es una lista de nombres; una red, en cambio, es algo vivo. Lo importante es mantenerla activa con acciones genuinas. Los gestos o detalles son ese hilo invisible que genera relaciones de valor y construye confianza. No se trata de presupuesto, sino de creatividad y propósito.

Mencionas que los gestos son “el hilo invisible que sostiene las relaciones humanas y profesionales”. ¿Podrías dar ejemplos de esos gestos en la vida cotidiana o profesional?

Puede ser algo tan sencillo como enviar una nota escrita a mano, saludar por el cumpleaños o por las Fiestas. También crear momentos memorables sin necesidad de grandes inversiones. En mi libro cuento la historia de un café en Francia donde el dueño puso una pizarra con precios distintos según el saludo: “un café”, 7 €; “un café, por favor”, 4,50 €; “un café, por favor, gracias y sonriendo”, 1,50 €. Sin buscarlo, fue una gran estrategia de marketing. A veces, un simple “gracias” o llamar a alguien por su nombre cambia el tono de toda una relación.

Has dicho que “ser detallista no es un rasgo estético, sino una estrategia emocional”. ¿A qué te refieres con eso?

Así es. Quien domina los detalles conquista corazones. Las marcas no venden productos, venden emociones. Coca-Cola vende felicidad; Starbucks, unidad. Las marcas no deben buscar solo visibilidad, sino conexión emocional. Lo mismo aplica en el ámbito personal: se trata de generar un share of heart, no solo de mercado.

En tu libro mencionas siete claves para crear experiencias memorables. ¿Cuál destacarías?

Lo más importante es conocer a tu público. Identificar quiénes son tus stakeholders y, sobre todo, conocerlos bien: qué les gusta, qué necesitan, qué los emociona. Cuando organizo eventos, sé quién toma café o vino, quién no come pescado, quién no bebe alcohol. Esos detalles hacen que alguien diga: “¡Qué increíble, cómo sabía eso!”. Ese nivel de personalización construye experiencias que se recuerdan.

A lo largo del libro compartes experiencias con distintas empresas y clientes. ¿Podrías contarnos alguna que te haya marcado especialmente y que ejemplifica la importancia de cultivar relaciones hasta lograr la lealtad del cliente?

Sí. Un momento que me marcó y recuerdo fue recibir una foto inesperada de dos personas que me escriben “estamos pensando en ti”. Son gestos pequeños, pero significativos. O el ejemplo de mi hermano, que en un crucero en Suecia recibió una nota por Fiestas Patrias firmada por la tripulación peruana. Era algo sencillo, hecho en computadora, pero con tanto corazón que le generó orgullo. Eso es un detalle memorable.

Dices que “cada punto de contacto es una oportunidad para emocionar”. ¿Cómo se diseña una experiencia con propósito?

Las relaciones públicas son relaciones humanas gestionadas con estrategia, pero también con el corazón. Cuando tocas el alma, dejas de ser elegido por necesidad y pasas a ser querido por convicción. No se trata solo de vender, sino de enamorar.

Vivimos en una era digital donde la imagen y las redes sociales pesan mucho. ¿Qué tan importante es el contenido que compartimos en la construcción de la marca personal?

En un mundo tan digitalizado, lo humano se vuelve un lujo emocional. Dar la mano, abrazar, saludar con energía… eso no se reemplaza. Las relaciones personales siguen siendo más efectivas que las virtuales. Las redes son necesarias, pero la conexión real es insustituible.

Has trabajado extensamente el concepto de marca personal. ¿Cómo definirías una marca personal efectiva y qué errores debemos evitar?

Primero, hay que diferenciar imagen personal de marca personal. La imagen es la primera impresión: cómo hablas, cómo te vistes, cómo impactas. La marca personal es una estrategia de comunicación y debe ser coherente a lo largo del tiempo. Define quién eres, qué te hace único y cuál es tu propuesta de valor. Es tu storytelling, tu esencia. Una buena marca personal abre puertas y construye confianza.

También mencionas que los eventos son una herramienta poderosa de conexión emocional. ¿Qué los hace realmente efectivos?

Un evento no es solo una reunión, es una experiencia que comunica. Desde la invitación hasta la despedida, cada detalle cuenta. El secreto de un buen evento está en la coherencia entre propósito, formato y detalles. Yo siempre digo que el éxito de un evento no se mide por los aplausos ni las fotos, sino por lo que queda después: las conversaciones, las miradas, los vínculos creados.

Finalmente, ¿qué te llevó a escribir Cupido está en los detalles?

Este libro es un homenaje al poder de los detalles. La verdadera conexión nace de la atención, la empatía y la coherencia. Es una invitación a mirar distinto, a entender que los pequeños actos —una sonrisa, una palabra oportuna, un mensaje inesperado— pueden construir vínculos tan fuertes como los grandes acuerdos. El éxito profesional no se mide en reconocimiento, sino en la huella emocional que dejamos en los demás.

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