Marcel Ramírez
Docente en la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico
La Economía Circular va más allá de ser una moda o sólo parte de un enfoque de Responsabilidad Social de algunas empresas. Es conocido el hecho que existe una seria “falla de mercado” que resulta en la asignación insuficiente e ineficiente de recursos para la protección del medioambiente y de la biodiversidad. En otras palabras, los costos sociales de las prácticas productivas de la tradicional “economía lineal” no han sido debidamente asumidos por quienes producen los desperdicios cuya gestión posterior no siempre es eficiente y que terminan generando un alto daño medioambiental.
Ante esta situación, en el Perú han surgido diversas iniciativas privadas como el reciclaje de aceites lubricantes automotrices y de cocina para fabricación de biodiesel, así como de desperdicios de restaurantes transformándose en alimento animal. El reciclaje y reúso de prendas también es parte de un consumo colaborativo, la cual ha llegado incluso a reconfigurar el sentido de la “propiedad” de ciertos bienes.
Sin embargo, como la “economía circular” se extiende desde el sector privado en forma dispersa, es fundamental concebirlo como un verdadero esfuerzo de transformación de la racionalidad productiva y por tanto requiere de la coincidencia de agentes no sólo privados, sino también el Estado, la sociedad civil organizada y la academia. Existiendo una “falla de mercado”, el rol que se le exige al Estado es lograr la articulación sostenible de todos estos agentes y diseñar mecanismos de incentivos a la producción de bienes a través de modelos de economía circular, especialmente al haber incorporado nuevas tecnologías o procesos de remanufacturación.
Aunque no siempre el Estado es un buen corrector de “fallas de mercado”, es fundamental en esta circunstancia que al menos acompañe las iniciativas privadas y así contribuya a lograr ahorros significativos en el uso de recursos públicos hacia la reducción de desechos y la usualmente difícil gestión de residuos. La colaboración es fundamental para asegurar el logro de objetivos de desarrollo sostenible pues los recursos públicos serán siempre escasos y las diversas autoridades se caracterizan por poseen “sesgos cognitivos” que los conducen a diseñar estrategias con objetivos de corto plazo, subestimando los impactos positivos de mediano y largo plazo sobre la economía, los recursos escasos y el bienestar del consumidor.
Si de una estrategia se refiere, una alternativa es trabajar metas y lineamientos por dimensiones como consumo, producción o trabajar los temas de manera sectorial con objetivos propios, como podrían ser la manufactura, la minería, la agricultura, entre otros.
A la fecha, el MEF viene dándole contenido a un conjunto de iniciativas como parte del Plan Nacional de Productividad y Competitividad. Asimismo, tiene a su cargo las denominadas Mesas Ejecutivas para identificar acciones necesarias con el fin de destrabar y agilizar acciones a nivel de sectores que han sido identificados con potencial productivo. Esta es la oportunidad para articular la lógica de cocreación de las Mesas Ejecutivas con el esfuerzo de diversificar la estructura productiva del sector PRODUCE e introducir lineamientos que privilegien la articulación de actores y así realidad y no casualidad una verdadera “economía circular” en el marco de principios de eficiencia en el uso de recursos escasos en una nueva visión de economía.
Es crucial que nuestras autoridades redefinan la forma de diseñar incentivos económicos (no sólo tributarios sino incluso de financiamiento, fortalecimiento de cadenas productivas y aprovechando el enfoque de corredores económicos a nivel regional) y aprovechen el enfoque de economía del comportamiento que asegure comprender correctamente qué estimula a los agentes económicos hacia conductas en pro de una verdadera “economía circular”.