Por Stakeholders

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Por Alfredo Draxl

Centro Internacional para la Educación y el Liderazgo


Alfredo Draxl – Centro Internacional para la Educación y el Liderazgo

Reciclar es un deber. Y lo estamos gravemente incumpliendo. El Perú genera máss de 20 mil toneladas de basura al día, pero solo el 43,5 % va a los rellenos sanitarios formales[1]. Es decir, arrojamos a los botaderos informales, a los ríos y al mar casi 10 mil toneladas de basura todos los días. ¡Podemos llenar un estadio con esa cantidad de basura!

Como en muchas otras cosas en la vida, si no lo vemos, si podemos simplemente mirar para otro lado, pues eso es precisamente lo que vamos a hacer: eludir el problema.

¿Por dónde empezamos?

Precisamente por ahí: debemos mirar, diría, “oler” el problema. Y para eso necesitamos un plan educativo. Si alguien arroja una bolsa de basura en la puerta de nuestra casa, protestaríamos airadamente, y con razón: el respeto, la higiene, la salud, el decoro, mis hijos,  etc. Exactamente: también la calle es mi casa, el parque es mi casa, el mar es mi casa, como lo es de mis hijos y lo será de mis nietos. ¿Por qué no habría de reaccionar con la misma indignación? ¿Porque sufrir el problema sin hacer nada?

Educar fuera de los colegios

Hacernos conscientes es el primer paso, pero no es suficiente. Necesitamos visualizar maneras prácticas para enfrentar el problema. Se trata de la basura arrojada en la puerta de mi casa, ¿recuerdas? Entonces, necesito maneras concretas de enfrentar ese problema. Para comenzar con los temas más cotidianos, es necesario tener un sistema básico y predecible de recojo de desperdicios. Si distribuimos electricidad y agua, que son distribuciones más complejas y caras, ¿es imposible  pensar en un sistema que asegure que los municipios cumplan con su parte de la solución? ¿Es tan difícil recibir en cada domicilio información sobre cómo proceder para clasificar y disponer la basura? ¿Horarios para sacarla? ¿Lugares especiales para deshechos altamente contaminantes o peligrosos?

Existen empresas recicladoras y recicladores informales. ¿Podemos exigir estándares y procedimientos claros para los primeros y educar y formalizar a los segundos? En ambos casos es un mercado con ingresos que no son menores. Pero allí también se trata de educar: tomar conciencia, saber qué hacer, y saber cómo hacerlo.

Educar en los colegios

Existen competencias y contenidos que hacen parte de la currícula escolar, y campañas de refuerzo y motivación. Pero no son lo más importante, sino los hábitos: la manera cómo el colegio gestiona sus propios deshechos con la participación de la comunidad educativa. ¿Existe una política para maestros y alumnos? ¿Saben todos cómo proceder en los salones, patios y cafetería del colegio? ¿Existen hábitos instalados en la cultura escolar para los eventos deportivos, ceremonias y actuaciones? Las campañas son buenas, pero son las cosas que suceden habitualmente las que verdaderamente educan.

Apoyemos las multas

Las multas no son, primariamente, una fuente de financiación. Su razón de ser es lo educativo. Sino, se vuelven perversas. Las multas son un arma para que “nuestro lado bueno” convenza a nuestro “lado perezoso, o inconsciente” de que más barato es hacer las cosas bien desde el principio. Para ellos deben ser justas, transparentes y equitativas. Afectar a todos por igual: a la institución o funcionario que no cumple su deber, como al ciudadano descuidado. Sin excepción.

Reciclar no es un derecho, es un deber, como deber nuestro es cuidar la vida y la salud de nuestra familia.







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