Michelle Soto Méndez
LatinClima
Si bien el cambio climático no ha sido el principal precursor de la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas en los últimos 50 años, este sí está exacerbando los impactos sobre natura y el panorama a futuro no es alentador.
“El cambio climático no es el precursor más importante de la pérdida de biodiversidad si uno lo compara con los cambios provocados desde 1970 por el impacto en el uso de la tierra y el mar así como los impactos de la extracción, pero claramente vemos como el cambio climático está volviéndose más relevante en los últimos años y como lo será de ahora al 2030”, comentó Sandra Díaz, científica argentina que fungió como co-presidenta del Informe de Evaluación Mundial sobre la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas, dado a conocer esta semana por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés).
Ya el último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) estableció que existe una alta certeza de que el ser humano esté detrás del calentamiento que el planeta ha experimentado desde la Revolución Industrial. De hecho, se calcula que la temperatura media de la Tierra se ha incrementado en un grado en relación a los niveles preindustriales (antes de 1850).
Con ello, la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos (como huracanes y ciclones) así como incendios forestales, inundaciones y sequías se han incrementado en los últimos 50 años. El nivel medio del mar aumentó entre 16 y 21 centímetros desde 1900, a un ritmo de tres milímetros por año en los últimos 20 años.
“Según las observaciones, los efectos se están acelerando en los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce y ya están afectando a la agricultura, la acuicultura, la pesca y las contribuciones de la naturaleza a las personas. Es probable que los efectos combinados de factores impulsores como el cambio climático, el cambio en el uso de la tierra y el mar, la sobreexplotación de los recursos, la contaminación y las especies exóticas invasoras agraven los efectos negativos sobre la naturaleza, como se ha visto en diferentes ecosistemas como los arrecifes de coral, los sistemas árticos y las sabanas”, se indica en el informe de IPBES.
De llegarse a un incremento de 2°C en la temperatura global, el 5% de las especies del mundo estarían en riesgo de extinción y ese porcentaje llegaría a 16% en un escenario de 4,3°C de calentamiento. De seguir la tendencia actual de emisión de gases de efecto invernadero, los modelos climáticos auguran entre 3.2°C y 5.9°C de calentamiento por encima de los niveles preindustriales para el año 2100.
Los arrecifes de coral son particularmente vulnerables y, según IPBES, se prevé que disminuyan su cobertura en 10-30% con un calentamiento de 1,5°C y hasta menos de 1% con un calentamiento de 2°C.
En otras palabras, la naturaleza no puede permitirse un calentamiento superior a los 2°C e, idealmente, este no debería superar ni siquiera 1,5 °C; lo cual concuerda con las metas climáticas establecidas en el Acuerdo de París.
La verdad es que el ser humano tampoco puede permitírselo, ya que sin biodiversidad y ecosistemas, las personas se quedarían sin servicios como regulación hídrica, fuente primaria de medicamentos, seguridad alimentaria, polinización y control de plagas en cultivos, entre otros.
¿Qué impactos del cambio climático ya se observan en los ecosistemas?
Según el informe de IPBES, ya se observan impactos en la distribución de especies, la dinámica de las poblaciones, la estructura de las comunidades y la función de los ecosistemas.
Por ejemplo, en cuanto a la distribución de las especies, los autores calculan que el 47% de los mamíferos terrestres amenazados, excluidos los murciélagos, y el 23% de las aves en riesgo de extinción pueden haber variado ya su distribución.
A nivel local, también se observan grandes reducciones y extinciones, lo cual indica “que muchas especies son incapaces de hacer frente localmente al rápido ritmo del cambio climático, ya sea a través de procesos evolutivos o de comportamiento, y que su supervivencia dependerá también de la medida en que sean capaces de dispersarse, de seguir las condiciones climáticas adecuadas y de preservar su capacidad de evolución”.
De hecho, para un calentamiento global de 1,5°C a 2°C, se proyecta que la mayoría de los rangos de las especies terrestres se reducirán dramáticamente.
En cuanto a los sistemas marinos, se espera que las poblaciones de peces se desplacen hacia los polos buscando aguas más frías, por lo que se prevé la extinción de especies locales en los trópicos. “Esto no implica necesariamente un aumento de la biodiversidad en los mares polares, debido al rápido retroceso del hielo marino y a la mayor acidificaciónn oceánica de las aguas frías”, aclararon los autores en el informe de IPBES.
Asimismo, se espera que surjan nuevas comunidades donde las especies coexistirán en combinaciones históricamente desconocidas. También, en las próximas décadas se prevén cambios en los límites de los biomas terrestres, particularmente en las regiones boreales, subpolares y polares así como en entornos semi áridos.
En las costas -y dado el incremento de fenómenos meteorológicos extremos, el aumento en el nivel del mar y el desarrollo costero- se espera un incremento en la fragmentación y pérdida de hábitats.
Se prevé que los arrecifes de coral sufran con mayor frecuencia eventos extremos de calentamiento, con menos tiempo de recuperación entre ellos, disminuyendo su presencia en 70-90% con un escenario de calentamiento de 1,5°C y en más de 99% con uno de 2°C, lo cual acarrearía episodios de blanqueamiento masivo con altas tasas de mortalidad.
Biodiversidad, esencial en la mitigación y adaptación al cambio climático
A la fecha, los ecosistemas marinos y terrestres son los únicos sumideros de carbono que son realmente efectivos. En conjunto logran un secuestro bruto de 5,6 gigatoneladas de carbono al año, eso equivale al 60% de las emisiones mundiales liberadas a la atmósfera por el ser humano, según IPBES.
“La biodiversidad es fundamental para mantener la concentración del dióxido de carbono en la atmósfera en un nivel que de alguna manera mitigue aumentos mayores en los impactos del cambio climático. Todo aquello que evite la deforestación de ecosistemas que son reservorios importantes de carbono -como las grandes turberas, los pantanos, etc- es importante”, mencionó Díaz a LatinClima.
Si bien el ritmo de pérdida de bosques se ha ralentizado desde el año 2000 en todo el mundo, la realidad que viven las regiones es muy desigual. Por ejemplo: en los trópicos que son altamente biodiversos, entre 2010 y 2015, se perdieron 32 millones de hectáreas de bosque primario o en recuperación.
Asimismo, los autores del IPBES llaman la atención sobre la diferencia existente entre aumentar la cobertura forestal para que funcione como sumidero de carbono e incrementar la cobertura boscosa que favorezca la biodiversidad y los servicios ambientales que esta da, además de secuestrar carbono.
“Algunas medidas de mitigación al cambio climático a gran escala que se han propuesto implican la plantación de grandes áreas para biocombustibles. Estas aparecen como opciones válidas para mitigar el cambio climático, porque realmente secuestran un montón de carbono, pero el problema es que son realmente negativas para la biodiversidad”, destacó Díaz.
“El despliegue a gran escala de plantaciones intensivas de bioenergía, incluidos los monocultivos, que sustituyen a los bosques naturales y las tierras agrícolas de subsistencia, probablemente tendrá efectos negativos en la biodiversidad y puede amenazar la seguridad alimentaria y de los recursos hídricos, así como los medios de subsistencia locales, incluso mediante la intensificación de los conflictos sociales”, señala el informe.
Asimismo, los autores del IPBES agregan: “En cambio, los beneficios de evitar y reducir la deforestación y promover la restauración pueden ser significativos para la biodiversidad y se espera que tengan beneficios colaterales para las comunidades locales”.
En este sentido, el informe subraya la necesidad de ver más allá de los árboles y promover una reforestación con enfoque ecosistémico. Para ello es clave conocer la cobertura vegetal previa, el estado de degradación, el uso histórico que daba la biodiversidad, leer el paisaje, seleccionar las especies arbóreas que sean óptimas y prever el uso que la fauna podría hacer de ellas.
En cuanto a áreas silvestres protegidas, los autores consideran que “los impactos del cambio climático sobre la eficacia de las áreas protegidas requieren una reevaluación de los objetivos de conservación, pero en la actualidad hay pocas áreas protegidas cuyos objetivos y gestión tengan en cuenta el cambio climático”. Ponen un ejemplo: los cambios en la distribución de las especies puede afectar negativamente la capacidad de las áreas protegidas terrestres para conservarlas.
Para Díaz, los objetivos de desarrollo deben estar alineados a la conservación de la biodiversidad y la acción climática. Deben ser abordados integralmente al mismo tiempo. “Cuando tratamos de maximizar un solo objetivo, por ejemplo mitigar el cambio climático, estás teniendo consecuencias muy negativas para los otros objetivos. El denominador común que integra los objetivos del clima y bienestar humano es precisamente la trama de la vida. Entonces si tratamos de satisfacer solo uno, sin tener el cuenta los demás, nos irá mal”, señaló la científica argentina.