Múltiples estudios han demostrado que diversas enfermedades transmitidas por las garrapatas se han vuelto más frecuentes producto del cambio climático. Ante este panorama, las autoridades de salud pública de Gran Bretaña están en alerta por la ETG (enfermedades transmitidas por vectores) debido a su rápida propagación de país a país y porque su mortalidad es más alta que la de otras enfermedades transmitidas por la garrapata, como la enfermedad de Lyme.
Las garrapatas no pueden sobrevivir más de un par de días en temperaturas bajo cero, pero si subsisten en condiciones de extremo calor si hay suficiente humedad en el medio ambiente. Conforme aumentan las temperaturas promedio del planeta y los inviernos se vuelven menos fríos, las garrapatas se vuelven más activos de lo usual.
En ese sentido, el cambio climático perjudica cada etapa del ciclo de vida de las garrapatas: huevo, larva de seis patas, ninfa de ocho patas y adulta, al alargar el periodo en el que pueden alimentarse de las personas y los animales. Además, un calentamiento global de una fracción de grado crea más oportunidades para que las garrapatas se reproduzcan y transmitan enfermedades.
“El número de garrapatas que sobreviven al invierno está incrementando, y en la primavera hay una gran actividad de ellas”, comentó Gerhard Dobler, un médico que trabaja en el Centro Alemán de Investigación de Enfermedades Infecciosas. “Esto podría aumentar el contacto entre garrapatas infectadas y humanos, y provocar más enfermedades”.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, anualmente se presentan entre 10.000 y 12.000 casos de la enfermedad en Europa y el norte de Asia. El número total de casos a nivel mundial puede ser inferior a la cifra real porque los conteos no son fiables en los países donde la población tiene poco conocimiento de la enfermedad y los departamentos de salud no están obligados a reportar los casos al gobierno. Pero los expertos afirman que ha habido un evidente incremento desde la década de 1990, en especial en países donde la enfermedad era infrecuente.
La ETG no siempre pone en peligro la vida de las personas. En promedio, cerca del 10% de las infecciones derivan en una forma severa de la enfermedad que frecuentemente requiere hospitalización. Sin embargo, una vez que se presentan síntomas severos, la enfermedad ya no tiene cura. La tasa de mortalidad entre quienes desarrollan síntomas severos oscila entre 1 y 35%, dependiendo del subtipo de virus, siendo el más mortal el del lejano oriente. En Europa, por ejemplo, se registraron 16 muertes en 2020 de 3.700 casos confirmados.
Al menos la mitad de los sobrevivientes de ETG en grado severo tienen problemas neurológicos persistentes, como insomnio y agresividad. Muchos infectados son asintomáticos o presentan síntomas leves, señaló Dobler, así que la cifra real de casos en algunas regiones podría ser 10 veces mayor a las proyecciones incluidas en los informes.
Pese a que existen dos vacunas contra la ETG, su aplicación es baja en las regiones donde el virus es nuevo. Ninguna de las vacunas cubre los tres subtipos más frecuentes, y un estudio de 2020 propuso el desarrollo de una nueva vacuna que brinde mayor protección contra el virus.