Durante las dos últimas décadas, el Estado peruano decidió incorporar su economía a la tendencia mundial de integración y competencia global…
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Durante las dos últimas décadas, el Estado peruano decidió incorporar su economía a la tendencia mundial de integración y competencia global, orientada a conquistar nuevos mercados y fortalecer su aparato productivo, así como modernizar sus estrategias de gestión y administración pública para atender la creciente demanda social.
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Para alcanzar dichos objetivos, la oferta a los inversionistas debía ser lo suficientemente atractiva, por ello se emplearon nuestras principales ventajas comparativas y es en la minería que nuestras autoridades hallaron la principal fortaleza.
El proceso de concesión de yacimientos -ya estudiados o en evaluación- hizo que empresas mineras de países desarrollados, que emplean tecnologías amigables con el ambiente, decidan invertir en el Perú. Posteriormente, fueron incorporados los conceptos de participación ciudadana, pues previamente se entendía que el criterio técnico de los Estudios de Impacto Ambiental era suficiente argumento para que la autoridad decida ejercer su imperium y que las poblaciones aceptaran y acataran dichas la decisiones, dado que entre el gobernante y el gobernado debe existe una relación de confianza subyacente. Por las características de la minería, que se lleva a cabo de manera descentralizada y en zonas alejadas de los grandes centros urbanos, el encuentro entre una economía de auto consumo -casi siempre con pocos excedentes-, con relación a aquélla que proviene de un conjunto globalizado, produjo algunos desajustes, desencuentros y hasta conflictos. Por otro lado, el avance tecnológico en el campo de las comunicaciones ha tenido un impacto democratizador nunca antes visto. Anteriormente, el acceso a la información se hallaba limitado y la sociedad peruana era piramidal, a diferencia del incipiente rombo que el crecimiento económico –progresivamente inclusivo- ha empezado a construir. El nuevo escenario, tecnológico democratizador, ha hecho que sectores crecientes de la población accedan a niveles de información más documentados, mientras que antes sólo les quedaba confiar, aunque aquello fuese percibido como injusto. Ahora, en cambio, lo difícil es discernir ¿qué es lo más adecuado?, ¿qué constituye una oportunidad? y ¿cuál es el riesgo potencial? En muchos de los proyectos mineros que presentan una potencialidad geológica relevante no es de extrañar que, en adición a la información técnica presentada, surjan voces discrepantes y que algunos pobladores sean nutridos de información no contrastada, pero que es difundida con carácter de verosimilitud. En esta circunstancia, el poblador se ve ante una encrucijada, en adición a los temores naturales ante una actividad que desconoce. Por un lado, recibe como información riesgos acrecentados y hasta distorsiones grotescas de la realidad minera; y, por el otro, la oferta alentadora y positiva de la minería formal que a veces es erróneamente transmitida como si tuviese carácter ilimitado. Esta contradicción entre el mensaje de unos y otros genera desconcierto y anida desconfianza en el poblador. En países como el Perú, con un gran potencial geológico, puede haber discrepancia en la forma de hacer minería, pero no se puede prescindir de ella. Los países desarrollados alcanzaron su condición promoviendo la manufactura vinculada al aprovechamiento de sus ventajas comparativas. ¿Por qué no hacer lo mismo? Mientras tanto, la autoridad deberá recobrar su rol imparcial y tomar decisiones estando debidamente informada para merecer y recuperar confianza, evitar conflictos y fortalecer la armonía social en función de la persuasión. Por: Guillermo Vidalón del Pino |