Por Stakeholders

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    Recientemente, un amigo me propuso ir al cine para ver la película “Avatar”, “se trata de minería”, fue su argumento más cautivante.

  
 Recientemente, un amigo me propuso ir al cine para ver la película “Avatar”, “se trata de minería”, fue su argumento más cautivante.
 Efectivamente, así es. La trama recrea lo que algunos señalan que sucede con la actividad extractiva cuando pretende iniciar la etapa de exploración o cuando se está próximo a comenzar el desarrollo de una operación, entonces, es cuando unas supuestas acciones épicas terminan por decidir el retiro de los mineros.

Como de costumbre, la minería termina siendo objeto del maniqueísmo político de quienes están en contra de la actividad, o del oportunismo de quienes, aprovechando un tema de interés público, dramatizan lo que acontece y buscan sensibilizar -léase disuadir en contra del desarrollo de la minería- haciendo uso de la pantalla grande.

Definitivamente, los “antis” cuentan con ingentes recursos a su favor, pues a la fecha no he escuchado que alguien esté dispuesto a realizar una producción que destaque, tanto la inversión de la industria extractiva como la esforzada labor que realiza el personal destacado a las tareas de exploración, lejos de sus familias, internándose en zonas inhóspitas, casi siempre inaccesibles, con pocas comodidades, padeciendo la inclemencia del clima para que, al final de un largo proceso y estudios complejos, se hallen y analicen recursos naturales que, posteriormente, habrá que determinar la factibilidad o no de su aprovechamiento.

La segunda etapa, el desarrollo de un yacimiento, no deja de ser relevante; así como la consolidación de una operación con todas las facilidades que las industrias extractivas brindan a su personal. Posteriormente, los recursos hallados son procesados y transformados una y otra vez hasta llegar a las casas de las familias, quienes disfrutarán de iluminación gracias a la energía eléctrica que “viaja” en cables de cobre, o el gas natural que recorre más de 400 kilómetros antes de ser consumido en las hornillas, o el petróleo convertido en gasolina para hacer funcionar los automóviles -solo por comentar uno de sus derivados-.

No obstante lo antes mencionado, las industrias extractivas seguirán estando sujetas a los avatares de la opinión pública; sobre todo, cuando se ve impactada por producciones cinematográficas que olvidan que para su realización se requiere de equipos que en su fabricación emplean metales.

Por ello, resulta poco creíble la trama que presenta a una comunidad alienígena que vive en supuesta armonía con la naturaleza, habiendo generado un sistema corporal que al entrelazarse con los seres de su entorno logran una comunicación directa y alterna. Entonces, ¿Cómo explicar la existencia de diversos grupos de alienígenas que se unen únicamente para combatir a los mineros?, ¿Dónde está la “armonía” que, habiendo sido alcanzada con la naturaleza, no les fue posible lograr entre todos los alienígenas de dicho planeta? Lo lógico hubiese sido que existiese un liderazgo centralizado y armonioso, pues lo que pretenden es hacer creer que, previo a la presencia de las industrias extractivas, el paraíso anidaba a las comunidades alienígenas o de otra índole.

Recordemos que la historia de la humanidad, así como los hechos futuros, registra la trascendencia de las acciones colaborativas por encima de las confrontacionales, casi siempre expresiones de picos culminantes de una etapa de crisis.

La sabiduría de los ciudadanos está en no dejarse arrastrar en función de los fines políticos de algunos líderes.

Si el recurso reseñado en el guión era tan preciado, tengamos por seguro que las incursiones de quienes se beneficien de él -directa o indirectamente- continuarán.  

Lo importante es que los líderes ubicados a cada extremo de la mesa sean lo suficientemente hábiles para hallar en dicho recurso una oportunidad, un beneficio para sus representados y un acicate para que la investigación y el ingenio los provean de la tecnología más amigable al ambiente, ya que las industrias extractivas no tienen por finalidad la depredación de la naturaleza.

Antes de privilegiar una estrategia de desencuentros que sólo deja mártires ilusos -tanto en las series épicas de ficción, como en la realidad-, nuestros líderes deberían propiciar que todos disfrutemos de las bondades de la creación.

Finalmente, tengamos presente que “Avatar”, así como la imagen que se proyecta de las industrias extractivas, es producto de la siempre caprichosa, fecunda y afiebrada imaginación de los guionistas de Hollywood.







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