¿Por qué patear el tablero si la reducción de la pobreza es sostenida?, ¿Por qué alejarnos de las claves del desarrollo?, ¿Podemos los peruanos citar algún capítulo en nuestra historia en que incrementar las arcas fiscales haya garantizado la generación de empleos productivos, es decir, sostenibles? El argumento de que los mayores precios de los metales no son compartidos con el Estado y la sociedad es embustero. El Impuesto a la Renta que pagan las empresas –mineras o no- es un porcentaje de la utilidad que generan, por lo tanto, el Estado sin arriesgar un solo centavo se ve beneficiado proporcionalmente, igualmente la sociedad.
Los trabajadores mineros anualmente perciben la “Participación de las Utilidades”, la cual tiene un tope establecido por ley. Si en el año fiscal se produce un excedente, dicho monto se destina al Fondo Empleo hasta las 2,200 Unidades Impositivas Tributarias y, si aún se registra un excedente (lo cual es excepcional), la cifra resultante se destina a los gobiernos regionales para que hagan obras de infraestructura que todos podemos disfrutar, ¿a la sazón, se puede señalar con sano juicio que los resultados económicos de la actividad minera no favorecen a la sociedad?
La respuesta, definitivamente es no. Que la minería mundial atraviesa un ciclo económico relevante es cierto, que la minería en el Perú representa la oportunidad para alcanzar el desarrollo, también lo es. ¿Qué hacer en esta circunstancia?, recurrir al manido argumento de incrementar la tasa impositiva -denominémosla contraprestación o no-, es una opción, pero ello resultará relevante a los intereses del país.
¿Qué es lo que demanda la sociedad?
Un Estado eficiente que confié en la capacidad de sus ciudadanos para crear, creer y crecer en libertad. Unos dirigentes con visión de estadista que, conscientes que el aparato productivo nacional se basa principalmente en la producción y exportación de materias primas, estimulen el añadir valor agregado a nuestra producción.
¿Cómo lograrlo?
No ahuyentando la inversión destinada a la producción primaria, sino estimular la generación de valor agregado vinculado a dicha producción, como podría ser la atracción o generación de industrias manufactureras que abastezcan a la minería. Por el volumen de producción previsto que se piensa alcanzar en los próximos años, el Perú bien podría ser considerado como el Hub Minero de Sudamérica. Nosotros estamos más avanzados en dicho campo frente a países como Argentina o Colombia, que tienen todavía poca experiencia en minería.
Si el Perú mantiene estable sus reglas de juego, la respuesta inmediata de los capitales frente a un panorama adverso –en algunos otros países- será asentarse allí donde se sientan más seguros y confiados. Por consiguiente, al incrementarse el volumen de inversión y fortalecerse el aparato productivo, el Estado recibirá más rentas, tanto por la mayor producción minera como por la manufactura que se desarrolle. Además de haber generado mayores empleos y competencia entre las empresas por contar con personal más calificado, en consecuencia, mejor remunerado.
Abrir las puertas para que el Estado distorsione las normas que deben regir por igual a todos los sectores económicos implica un gran riesgo. En términos fácticos, alguien podría manifestar que la diferencia entre la inflación y la tasa de interés que cobra algún agente financiero es desproporcionada, ergo, se estaría generando un beneficio excesivo que debería ser compartido por el Estado y la sociedad y, así sucesivamente.
La improvisación y la falta de visión nos han hecho perder infinidad de oportunidades al Estado y a la sociedad peruana. No permitamos que bajo argumentos falaces nos nublen nuevamente el promisorio horizonte que venimos construyendo en las últimas décadas.
Por: Guillermo Vidalón del Pino
Jefe de Relaciones públicas de Southern Perú