El positivismo tóxico se ha convertido en una tendencia que exige mostrarse fuerte y optimista, incluso en situaciones difíciles, silenciando emociones que necesitan atención. Esta presión, cada vez más normalizada, está llevando a muchas personas a ocultar su malestar por temor al juicio o al estigma.
Especialistas en salud mental advierten que esta negación constante no solo impide procesar emociones complejas, sino que puede desencadenar estrés crónico, agotamiento y aislamiento. Reconocer lo que se siente y validar el propio malestar es esencial para construir un bienestar emocional real y sostenible, señalan expertos.
Positivismo tóxico: la presión por “ser fuerte” también pasa factura
La cultura de «solo vibra alto» promueve la eliminación inmediata de emociones como la tristeza, el miedo o la frustración, generando un ambiente donde el malestar se percibe como un fracaso personal.
“Ocultar o negar emociones puede tener efectos contraproducentes, generando estrés crónico, aislamiento y agotamiento emocional. Evitar el sufrimiento es una forma de sufrir”, explicó Santiago Sarmiento, Psicólogo Clínico de Orientación Psicodinámica para Estar Bien de RIMAC.
Para los expertos, el problema del positivismo tóxico no radica en fomentar pensamientos optimistas, sino en convertir el optimismo en una obligación. Frases como “todo pasa por algo”, “sé fuerte” o “podría ser peor” pueden invalidar el malestar del otro y dificultar la expresión emocional.
En contextos de duelo, estrés o crisis personales, este tipo de respuestas refuerzan la idea de que sentir tristeza o frustración es inaceptable.
Sarmiento advierte que esta dinámica aumenta la probabilidad de desarrollar ansiedad, depresión y agotamiento. “El bienestar emocional se logra cuando entendemos que todas las emociones son válidas. Negarlas solo posterga el conflicto interno y puede agravar el sufrimiento”, señala.
¿Cómo enfrentar el positivismo tóxico?
Los especialistas recomiendan empezar por reconocer las emociones tal como son. Sentirse mal no es un signo de debilidad, sino una reacción natural del ser humano. Identificar lo que se siente y ponerlo en palabras ayuda a procesar el malestar de forma saludable.
Otra recomendación clave es practicar la empatía real. Evitar los clichés motivacionales y reemplazarlos por frases como “debe ser difícil” o “estoy aquí si necesitas hablar” permite acompañar al otro sin minimizar su dolor. Escuchar sin juzgar, dicen los expertos, es una herramienta poderosa para construir relaciones más humanas.
Crear espacios seguros también es fundamental. En casa, en el trabajo o entre amigos, normalizar conversaciones sobre salud mental puede reducir el estigma y abrir puertas para buscar ayuda. Cuando el malestar se vuelve constante o incapacitante, acudir a un psicólogo es un acto de responsabilidad, no de vulnerabilidad.
Finalmente, la autocompasión es un componente esencial: aceptar límites, reconocer errores y permitirse descansar. “La autocompasión nos recuerda que la vulnerabilidad es parte de la experiencia humana”, añade Sarmiento.









