Por Stakeholders

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“Si nuestro cliente hubiera pensado en cómo optimizar los sistemas de tecnología de la información…

“Si nuestro cliente hubiera pensado en cómo optimizar los sistemas de tecnología de la información en su nueva sede, se hubiera ahorrado la construcción de 20 de las 40 plantas del edificio”. Así cerraba Mark Powell, director de medio ambiente para Europa de la compañía japonesa Fujitsu, su brillante intervención hace unos días, en el marco de una fructífera jornada sobre ‘Innovación, Progreso y Sostenibilidad’ a la que asistí en Madrid. La intervención de Mark me emocionó e inspiró especialmente; en primer lugar, por su relevancia en estos tiempos de incertidumbre financiera y, sobre todo, por su aplastante lógica en la vinculación entre una buena gestión de la RSC en la cadena de aprovisionamiento y la crisis del sistema económico.
 
Ciertamente, los vaivenes financieros han sacado a la sostenibilidad de los primeros puestos de la agenda política y empresarial; y no es de extrañar. Nuestras mentes establecen una dicotomía entre lo más próximo y el contexto, entre el corto y el largo plazo, y volvemos a estar más pendientes de cómo proveer hoy a nuestras familias, que de cómo establecer cadenas de producción eco-eficientes o de cómo no generar residuos. ¿Y quién nos puede culpar de ello? Las necesidades de supervivencia y seguridad presentes siempre han sido prioritarias, especialmente frente a las consideradas de contribución al bien común.

Ahora bien, ¿qué sucedería si las fronteras temporales -entre el corto y el largo plazo-, y espaciales -entre el cuidado de la tribu y el cuidado del entorno-, se difuminaran? ¿Qué papel jugaría la compra sostenible si una buena gestión del suministro energético ahorrara costes hoy y nos hiciera menos dependientes de un recurso escaso mañana? ¿Si una buena planificación de los servicios TIC contratados recortara significativamente el monto que dedicamos a la construcción de una nueva sede? ¿Si la apuesta por la calidad ambiental de nuestros productos, garantizada por una cadena de aprovisionamiento controlada, nos abriera nuevos mercados ante una sociedad ávida de valores y ética? Pues bien, este es el caso. En cada uno de los ejemplos anteriores, la búsqueda de mejores resultados en la cuenta de pérdidas y ganancias, pasa por o se facilita a través de una compra que también es positiva en términos ambientales y sociales. La motivación inicial puede ser puramente financiera, ambiental o mixta, esto no tiene una importancia determinante. Precisamente la grandeza de la RSC radica en que, sean cuales sean las razones, los resultados son positivos en ambos parámetros: lo que es bueno para mi hoy, es bueno también para el resto del mundo, tanto ahora como en el futuro. No es posible que tengamos tan poca confianza en nuestra creatividad y capacidades como para no creer que seamos capaces de poner en marcha soluciones que eviten los errores que crearon el desafío que tenemos entre manos.

Precisamente en tiempos de escasez, en los que la presión para conseguir mejores resultados se hace aún mayor, los responsables de compras pueden contribuir a alcanzar los objetivos económicos de la compañía a través de una gestión responsable de la cadena de proveedores: comprar menos pero con una mejor calidad global. No olvidemos que la crisis que vivimos, engloba también una crisis de recursos.

El gran desafío actual de RSC en compras es dejar de ser percibida como una cuestión de generosa bondad para con el mundo, para pasar a ser entendida como parte de la solución ante los retos a los que nos enfrentamos. Si las compañías no nos apropiamos de la triple sostenibilidad como una forma de hacer negocio que nos va a permitir despegar a través de ahorros significativos de costes, eficiencia en procesos y mejora de las ventas mediante una vinculación más sólida con el cliente, la RSC corre el riesgo de desvanecerse como una moda más, pero rematadamente mal comprendida.







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