Marco Minaya
– mminaya@stakeholders.com.pe
La construcción sostenible es aquella que ha sido concebida para disminuir el impacto en el medio ambiente y el efecto de los materiales en la salud, así como ser muy eficiente en sus procesos. Para Luis Espinoza, Consultor, Investigador y uno de los especialistas más reconocidos en construcción sostenible y arquitectura bioclimática en el país, el mayor reto que enfrenta el sector de construcción es disminuir la informalidad. El especialista conversó con Stakeholders respecto a su perspectiva y situación de la construcción sostenible en la actualidad.
¿Cuál es la situación de la construcción sostenible, arquitectura bioclimática y eficiencia energética en el país?
En principio habría que entender que son conceptos complementarios; por tanto, es difícil hacer una línea divisoria para mencionar a uno sin referirse al otro. Si determinamos que la construcción “sostenible” sólo es el proceso previo a la ocupación de las edificaciones y por tanto la ejecución de obra, entonces la situación actual es muy incipiente debido a la informalidad que existe en nuestro país la cual superaría ampliamente el 50% de la cantidad de metros cuadrados construidos, lo cual es un gran riesgo tanto por la ubicación de las edificaciones como por la práctica constructiva utilizada, no constituyendo edificaciones ni sostenibles ni mucho menos resilientes. Si entendemos a la construcción sostenible como la cantidad de metros cuadrados que obtienen algún tipo de certificación “verde”, entonces tenemos que reconocer que seguimos aumentando la superficie de edificios certificados con LEED, quizá no en el porcentaje que se estimaba; sin embargo, habría que entender que el sector construcción ha tenido un revés que se está superando paulatinamente.
¿Y de la arquitectura bioclimática?
Respecto a la arquitectura bioclimática, podemos definirla como aquella que aprovecha al máximo la ubicación, clima y trata de ser eficiente desde el punto de vista constructivo, formal y conceptual, para la salud y confort de las personas. Lamentablemente, no existe en el Perú una guía estandarizada oficial, ni una certificación como tal y por tanto estadística alguna que nos permita opinar de manera propia sobre avances o retrocesos, será simplemente una apreciación personal. En este caso tenemos que ser cautos, puesto que tendríamos que analizarlo según el uso y en el contexto adecuado, por ejemplo, en el sector residencial (multifamiliar) se construye con menos material y espesores que hace treinta años, lo cual implica una transmisión más rápida del calor y mayor del ruido, sin embargo más eficiente desde el punto de vista estructural ya que disminuye la carga sísmica, pero a costa de otros aspectos.
En el caso de las oficinas, el cambio ha sido notorio, tanto así que las edificaciones de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado no usaban sistemas de climatización y podían funcionar sin energía eléctrica durante toda una mañana porque la iluminación natural era adecuada y en general la distribución de espacios lo permitía. El uso del cristal en la fachada se restringía por encima del plano de trabajo (85 cms); por tanto, la superficie de la envolvente exterior no era tan frágil desde el punto de vista térmico y acústico, más allá que el detalle de la carpintería era muy básico por la mínima hermeticidad.
En la actualidad, la presión inmobiliaria referida al ratio de eficiencia de área construida respecto al precio del terreno, ha llevado a usar al máximo la cantidad de área posible de construir evitando en lo posible todo aquello que suponga cualquier disminución del mismo. Por otra parte las edificaciones de mayor categoría en la actualidad no se conciben sin un control total de las condiciones higrotérmicas interiores, y por tanto con detalles de envolvente muy eficientes y herméticos (y complejos). Esto significa necesariamente el uso de energía eléctrica para el funcionamiento debido a la climatización y a los complejos sistemas de seguridad, y, por ende, el uso de grupo electrógeno si es que la energía deja de circular por la red.
Al respecto, ¿de qué forma interviene la eficiencia energética en este contexto?
La eficiencia energética en este contexto está referida a la capacidad de la edificación para utilizar la energía de la manera más inteligente, eso supone la distribución de espacios (iluminación natural, y por ende arquitectura bioclimática) como un equipamiento eficiente.
Por último, ¿cuáles son los aspectos que impiden promover la construcción sostenible en nuestro país?
La informalidad en la construcción, puesto que habiendo “reglas” para obtener las licencias, en algunas partes de nuestro país no hay fiscalización adecuada y por tanto la autoconstrucción sin asistencia técnica sucede con extrema cotidianeidad, poniendo además en riesgo la integridad de nuestros compatriotas con edificaciones inseguras y ubicadas en lugares peligrosos por ser quebradas, cauces, suelos muy blandos o agresivos, etc. Asimismo, la misma informalidad permite tener agregados (arena, piedra, etc) a precios inadecuadamente bajos, y por tanto no le da espacio a la gestión de residuos en la construcción, ya que no puede competir con los de las canteras clandestinas, como consecuencia de todo lo anterior, los residuos de la construcción (de demolición) termina, en el mejor de los casos, en un relleno sanitario ocupando por ende suelo urbano, ya que ni siquiera hemos sido capaces de tener escombreras (lugares de disposición final de residuos de la construcción).
La normatividad, dado que es insuficiente. Sólo para dar un ejemplo, los sistemas de tratamiento de agua residual para edificios no se encuentran desarrollados en el Reglamento Nacional de Edificaciones, por tanto ha habido algún caso donde ha tenido que ser desestimado porque el especialista revisor de la especialidad lo ha solicitado dado que la escala que se presenta en el Reglamento Nacional de Edificaciones es mayor, además no da paso para tecnologías más recientes, que aunque parten del mismo concepto, operan en forma distinta.
No hay un plan de incentivos, por tanto, los sobrecostos iniciales deben ser asumidos por el promotor y como consecuencia por el mercado, y en otros casos, han sido pensados políticamente y no técnicamente, por ende, tenemos situaciones donde hay subvenciones no estratégicas, como por ejemplo la del agua en Lima Metropolitana, lo cual afecta la promoción de los sistemas de tratamiento de agua residual doméstica, ya que conviene económicamente para el residente regar con agua potable o realizar el arrastre hidráulico de las excretas en los inodoros con agua apta para consumo humano, lo cual es totalmente ilógico si tenemos en cuenta que esta ciudad es la segunda más grande del mundo asentada en un desierto, además que en la primera discurre un caudaloso río por el medio de la ciudad, y nosotros contamos con un río seco casi todo el año, reparamos de su existencia básicamente en los años que se presenta el Fenómeno del Niño.
No hay una línea base de consumos caracterizada por usos (residencial, comercial, etc.), por tanto solamente nos queda seguir la regla internacional de suponer porcentajes de ahorro en función a un mismo edificio de similares características, y entonces la consigna de reducción de impacto final no es fija y objetiva, sino muy subjetiva.
Por último, La política nacional de construcción sostenible y de impacto ambiental no es clara, concreta, estratégica ni/o estructurada. Por ende, no orienta hacia aspectos concretos ni mide los esfuerzos que puedan establecerse de manera “sectorial” como un solo sistema, sino que son un conjunto de buenas intenciones, en el mejor de los casos, totalmente desarticulado. El Plan Nacional de Acción Ambiental podría arrastrar esta iniciativa, pero resulta insuficiente porque tiene enfoques muy optimistas y poco reales que no han sido actualizados al nivel que se necesita.
¿Cuál es el mayor reto para el sector de construcción sostenible?
El mayor reto es disminuir la informalidad y caracterizar nuestro estado actual (línea base de consumos de servicios, materiales, etc.), y con ello generar políticas de estado estructuradas, por tanto, reorientar la normatividad y crear un plan de incentivos estratégico, pero eso tiene que suceder de inmediato, el tiempo sigue pasando, y nuestra vulnerabilidad como país sigue aumentando, más aún por el cambio climático.