Por Stakeholders

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  • Durante el aislamiento, las instituciones educativas han programado clases en grupos reducidos en el 70% para aquellos cursos o materias prácticas que requieren infraestructura o equipamiento no disponible en los hogares
  • El 40% de centros educativos han incrementado el número de becas y el 30% han exonerado las moras por pago fuera de fecha.

En medio de la COVID19, hace dos semanas inició el retorno a la presencialidad escolar para aquellas instituciones que cumplan con los protocolos emitidos por el Ministerio de Educación. No obstante, y de acuerdo a un estudio realizado por Marsh a instituciones educativas de Perú, Colombia, República Dominicana y Chile, al contemplar la reapertura del campus, el 70% prefiere mantener la modalidad semipresencial. Solo 7% tiene contemplado un retorno presencial totalmente.

“No cabe duda de que el impacto de la COVID-19 es fuerte en la continuidad de las actividades de toda institución; si bien se considera que la aplicación de la vacuna ha sido un factor importante para ayudar a mitigar el impacto de la pandemia, este supone un proceso de largo plazo. En ese contexto, y de acuerdo al Estudio mencionado, más del 85% no ha considerado la vacuna como requisito indispensable para el retorno al campus”, indicó Vanessa Choroco, subgerente de Salud ocupacional, Salud y Beneficios de Marsh Perú.

Ahora bien, hay una fuerte preocupación de los centros educativos por preservar la salud de sus colaboradores y alumnos, sobre el cual han aplicado diversas medidas que permitan mantener la inocuidad del campus estudiantil, enfatizar el distanciamiento social y prevenir cualquier situación de contagio. Entre las medidas priorizadas se encontraron la limpieza y desinfección con mayor frecuencia y rigurosidad en ambientes y equipo, reducción de aforo y variación de turnos de horarios académicos.

Asimismo, los centros educativos han estado aplicando medidas dirigidas específicamente a los colaboradores (administrativo y docentes) a fin de garantizar su bienestar físico y mental. De acuerdo a ello, como principal acción, las entidades educativas han delimitado los factores para identificar el riesgo de contagio: la ubicación del domicilio en zonas de alta incidencia de casos (79%), el tipo de medio de transporte usado (77%) y las ocupaciones de las personas con las que conviven (70%) son los primeros indicadores.

De igual manera, el 95% de instituciones consideran la edad como principal variable para clasificar a los colaboradores como personas vulnerables, seguido de condiciones médicas no incluidas en las normas vigentes (95%), el Índice de Masa Corporal – IMC (70%), condición de lactancia (51%) y familiares con factor de riesgo (49%).

Por su parte, respecto a los alumnos, los centros educativos han implementado medidas y herramientas que aseguren la continuidad de las clases al mismo tiempo que permiten prevenir cualquier situación de riesgo.

En ese sentido, las clases virtuales se han vuelto la herramienta primordial para llegar a los alumnos y cumplir con las actividades lectivas programadas; sin embargo, la necesidad de actividades presenciales se centra en algunos cursos o materias prácticas que requieren infraestructura o equipamiento no disponible en los hogares. Para suplir estas deficiencias durante el aislamiento, las instituciones educativas han programado clases en grupos reducidos en el 70% de los casos, clases demostrativas videograbadas en el 58% de los casos y un 49% optó por clases en turnos diversos.

Adicionalmente, y ante las dificultades económicas que la pandemia representa, las instituciones han asumido un rol prudente brindando facilidades de pago para los alumnos (79%), incremento del número de becas (40%), y exoneración de moras por pagos fuera de tiempo (30%).

La ansiedad en colaboradores y alumnos

El 79% de las instituciones educativas han identificado ansiedad entre sus colaboradores; mientras que, en el alumnado, el 72% de los centros lo ha detectado como el problema emocional en alumnos más frecuente. De igual manera, se han identificado problemas de salud mental como la depresión, el sedentarismo.

Sobre ello, los centros educativos han estado brindando soporte psicológico orientado a la prevención de estrés de los colaboradores; sin embargo, iniciativas como terapias para afrontar el duelo a pacientes o familiares, y asesorías para lograr el equilibrio trabajo-familia, han sido abordados en muy baja medida.

“La pandemia aún seguirá direccionando nuestra forma de hacer las cosas, los cuales conllevarán a más cambios de los que ya se vienen estableciendo actualmente. Esto no sólo continuará impactando y obligándonos a innovar en la manera propia de enseñar sino en cómo la comunidad estudiantil, conformada por una diversidad generacional con necesidades grupales e individuales distintas, logra establecer un punto en común y el equilibrio adecuado para adaptarse a nuevas formas de trabajo y aprendizaje”, finalizó Vanessa Choroco.







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