Cada 5 de diciembre, el Día Internacional del Voluntario nos invita a reconocer la motivación que lleva a miles de personas a dedicar parte de su tiempo a servir a otros. En una región como América Latina, en donde, según el PNUD, persisten importantes brechas sociales, estas acciones adquieren una importancia especial. El voluntariado cumple un rol práctico en la atención: desde resolver dudas hasta orientar a una persona durante un trámite o servicio; pero también un rol de apoyo comunitario, contribuyendo a mejorar la experiencia de quienes atraviesan momentos de tensión o incertidumbre.
En América Latina, alcanzar acceso equitativo a la salud sigue siendo un desafío; sin embargo, aparece algo valioso: personas comunes que deciden tender una mano. La historia de la región lo confirma: el trabajo solidario es clave en momentos en que la comunidad se vuelve el primer soporte, ya sea en emergencias donde poblaciones enteras se ven afectadas o en campañas de vacunación que fomentan la prevención.
Por eso, en Auna, buscamos impulsar el voluntariado como un componente clave en nuestra estrategia de sostenibilidad, con el fin de acercar información, acompañar y apoyar a personas y familias que están atravesando por alguna enfermedad difícil. Esta es nuestra forma de seguir impulsando la salud en Latinoamérica, pues sabemos que la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y el acceso equitativo a servicios son clave para impulsar el bienestar de las comunidades.
Integrar estas iniciativas dentro de la gestión ESG nos ayuda a fortalecer la cultura organizacional, impulsar la responsabilidad social entre colaboradores y reforzar la relación con los diferentes miembros de nuestra sociedad. En toda organización de salud, el voluntariado debería complementar el trabajo institucional y ampliar la capacidad de contribuir más allá del entorno asistencial.
El voluntariado, en todas sus formas -y hoy más que nunca en salud-, tiene un brillo particular. No es solo apoyo: es presencia. Es escuchar a quien llega con miedo, orientar a quien no sabe cómo acceder a un control médico, donar sangre para alguien que no conoces pero que la necesita, o simplemente acompañar a comunidades donde la distancia y la desinformación siguen siendo barreras. Es estar ahí, poniéndose a disposición del otro en un acto de servicio profundamente humano. Esta es la labor que más de 190 voluntarios de Auna hacen.
Y, aquí, aparece un aspecto esencial: poner a la persona al centro. En salud, eso no es un concepto; es una práctica diaria. Es mirar a cada paciente, familia o vecino como alguien con nombre, emociones, miedos y esperanzas. Es recordar que, a veces, lo más importante no es la respuesta perfecta, sino la compañía presente. Este enfoque significa reconocer la experiencia de cada individuo y considerar su contexto, sus inquietudes y sus necesidades reales. El voluntariado refuerza esta visión al acercarnos a las comunidades desde una relación humana y directa.
Al final, quienes entregan parte de su tiempo logran algo que trasciende cualquier estadística: tocan vidas. Y aunque quizá no cambien el mundo de un día para otro, sí lo transforman a largo plazo, paso a paso, persona por persona. Porque cuando alguien decide servir, confirma una verdad simple: la empatía y la ayuda desinteresada cambian vidas.
Por estas razones, los invito a buscar esa causa que los motiva y que toca su corazón, para que entreguen unas horas de su vida, pues estoy segura de que somos los voluntarios quienes ganamos mucho más que las poblaciones a las que impactamos.









