Predispuesto a escribir este texto de responsabilidad social y sustentabilidad, noto una cierta molestia conmigo mismo. Los mandatos de nuestra cultura…
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Predispuesto a escribir este texto de responsabilidad social y sustentabilidad, noto una cierta molestia conmigo mismo. Los mandatos de nuestra cultura, esos que no alcanza el conciente a percibir, hicieron que adoptara frente al teclado una postura de hombre de bien, con altos estándares de moral y buenas costumbres, poniendo una fingida cara de seudo-prócer y de mini-líder mesiánico de la liberación de todos nuestros males.
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Claro, desde esa mirada irreal sobre mi limitada humanidad, olvidando mis contradicciones y miserias poco aporte puedo hacer, poco aporte cualquiera pudiera hacer. Por lo cual, asumiéndome, como muchísimos otros y otras, un mortal más que busca encontrar sentido a su existencia y ser feliz, intentando aceptar celebrar el milagro de la vida cuando tantos otros no tienen, ni van a tener, la posibilidad siquiera de imaginarse algún día celebrando el haber venido al mundo. Y hablando de mundo, cuando nuestra casa común que es la de la naturaleza, y su milagro preferido -la manifestación de belleza y vida reflejada en su bio-diversidad- se está agotando a pasos agigantados sin que se logre revertir una de las tantas tendencias desoladoras (agua, aire, energía, alientos, suelo y especies vivientes), es mi intención compartir con vos esta pregunta que por simple no deja de ser contundente. Se trata del breve interrogante que fue formulado por un rosarino humilde, lúcido, agudo y dueño del don de movilizar mucha gente hacia la Responsabilidad Social, en este caso empresaria; Federico preguntó: “¿Crees en la RSE? ¿A alguien le importa lo que hacemos?”. Intentando escribir sin pensar, o mejor dicho, dejar de creer por este rato que sólo somos los que pensamos, respondí: Creo en las personas que no soportan la idea de tener bienestar cuando un montón de otras (presentes o futuras) la pasan o la van a pasar mal. Creo que eso le importa a muchísima gente. Sobre todo a las mujeres y hombres que están conectados con su razón de ser, o mejor, que no se arrodillan frente a la idea de abandonar su búsqueda. Creo que entre todas éstas, están todos los roles de una sociedad. Algunos son empresarios (no ventajistas del mercado ni corruptos con lo público, sino empresarios). Y creo que entre estos empresarios fluye responsabilidad, ética y transparencia. Y además luchan, en un estado de absoluta contradicción, por su dignidad, integridad y razón de estar respirando por un rato en este planeta. Me gustaría tener la capacidad de transmitir literalmente la ilusión de todos los empresarios argentinos con estas cualidades que he conocido. Me gustaría tener la fuerza para afirmar que existen hoy un porcentaje significativo de argentinos, y para estar a tono con este escrito, de empresarios, con una profunda necesidad de volver a la palabra empeñada, de volver al cuidado de todo sus públicos internos, de volver a ser reconocidos por toda su comunidad, de volver a disfrutar del futuro que están preparando para las generaciones que vienen, de volver a instalar confianza por medio de la transparencia, de volver a ser felicitados y reconocidos por sus clientes, de volver a no ver a niños trabajando, de volver a no tener que transar con lo público, de volver a no transformar su empresa en un fortín de alta seguridad, de volverse a su casa caminando de noche, de volver a acordarse del nombre de sus empleados, de volver a darle en su empresa el respeto y valoración a la mujer que tenía su mamá cuando era inocente, de volver y alcanzar el reconocimiento internacional de su comunidad, de su país y del mundo en tal caso. Creo que todos éstos que hoy existen y transitan los caminos de Argentina, son parte de una ciudadanía que se planta y exige salidas sustentables mediante el diálogo. Esa ciudadanía también se construye con empresarios. Pero la RSE convencional que hemos logrado acordar masivamente, la de exclusivamente el programa social o la donación, la de la cosmética para que todo siga igual, la del manual de ética cajoneado, la del doble discurso a sus empleados, quedará como una etapa de transición hacia una nueva conciencia empresarial. Creo que hace rato que estamos todos hablando de otra cosa cuando hablamos de RSE. Pero si todo esto sumado que hacemos entre tanta gente no revierte los indicadores, creo que igual va a ser una fantástica y digna forma de transitar la vida. Yo quiero que cambie el mundo para bien, pero más quiero ser feliz. Y si bien las dos razones me movilizan, para ser sincero, la segunda más que la primera. |