Por Stakeholders

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por Emma Pérez

eperez@stakeholders.com.pe

El conocimiento, el modo de vida, la forma de relacionarse con el entorno, así como las costumbres y tradiciones, son manifestaciones de la cultura de un país. Ella está presente en cada momento de la vida de su gente y se forja como un distintivo ante otras personas de diferente procedencia. Sin embargo, también es muy fácil encontrar diversas culturas dentro de un mismo país y, aunque parezca contradictorio, estás podrán unir o enfrentar a sus propios compatriotas, incluso pueden llevarlos a niveles más complejos como los conflictos sociales.

Para el Profesor de la Universidad de Lima y Experto en Ciencias Políticas, Fabián Vallas, existen tres elementos clave para entender el origen de los conflictos sociales. El primero es que las comunidades involucradas “siempre fueron sectores muy marginales, nunca tuvieron ningún tipo de poder para decidir sobre su futuro o a qué dedicarse como actividad económica, y lo más relevante es que históricamente nunca fueron escuchados por el Estado”.

Hoy en día, gracias a la globalización, las comunidades están mucho más empoderadas y son capaces de organizarse y tomar decisiones para ser escuchadas y tomadas en cuenta; pero también tienen herramientas para decidir sobre sus actividades económicas, considerando aspectos que antes no valoraban como lo es el desarrollo.

El segundo es que “en esas comunidades la relación entre hombre y tierra, u hombre y naturaleza, es mucho más estrecha y lamentablemente el Estado, el marco legal y las empresas no entienden eso. Si tú le aplicas una racionalidad de tipo económica donde todo es costo-beneficio, ellos lo van a entender como vender o entregar a su madre, la madre naturaleza, y al mismo tiempo renunciar a un estilo de vida que han tenido ancestralmente”.

A simple vista pareciera que esto es algo obvio, pero en la mayoría de los casos se pasa por alto estas diferencias que tienen un gran peso al momento de enfrentarse actores como empresa y comunidad, o Estado y comunidad. No se puede olvidar la importancia del marco ideológico, e incluso religioso, de cada parte para poder buscar aquellos espacios comunes.

Y lo tercero, es que “las comunidades tienen una profunda desconfianza en el Estado y un gran resentimiento frente a las empresas. Lo primero, es una desconfianza ganada por la experiencia, ya que por años les han prometidos cosas que jamás han cumplido. Y lo segundo, es por cómo se han comportado antes las empresas, porque la consciencia ambiental es un tema bastante reciente, y antes se hizo lo que se hizo sin consciencia ni responsabilidad.”

Esto es parte del trabajo a largo plazo en que deben trabajar las empresas y el Estado para recuperar la confianza de las comunidades; y la única forma de ganar esa credibilidad es mostrándoles que sí son capaces de cumplir lo que prometen, y que esas palabras sean coherentes con sus acciones.

Esas diferencias estructurales en la lógica de las partes involucradas son las que originan, y muchas veces mantienen en el tiempo, el conflicto. El problema es que no hay estudios sistemáticos sobre el origen de los conflictos sociales, los cuáles sirvan de base para buscar herramientas adecuadas para dialogar y establecer acuerdos que lo solucionen de forma pacífica. Además, Vallas opina que se está haciendo muy poco para difundir esa acción no violenta, por el contrario siempre se han abordado los conflictos desde una perspectiva militar.

Este abordaje militar se suma a la necesidad de la gente de ser escuchada y que sus opiniones sean tomadas en cuenta. De esta forma, se retroalimenta la idea que la solución a los conflictos sociales es a través de la violencia. Vallas sostiene que “la violencia tiene un poder simbólico porque pueden estar en conversaciones normales por mucho tiempo, pero en un momento dado llega un grupo más radical que presiona a las autoridades locales o regionales y ahí estalla el acto violento.

Es aquí donde aparecen los medios de comunicación y en la medida que dan mayor cobertura a los hechos, estos grupos sienten que ganan atención, más seguridad y empoderamiento. Por ello, la violencia tiene el poder de hacer que volteen a verlos y escucharlos, hecho que no logra hacer el diálogo.”

Pero la gran pregunta es ¿cómo se puede revertir esta situación y promover desde el lado cultural la acción pacífica? Para Vallas uno de los aspectos más importante es reconstruir la confianza entre las partes. Sin embargo, es claro que eso no se logra en corto plazo y necesita de una voluntad política por encima de un período de gobierno.

“Creo que el nuevo gobierno no va a poder hacerlo a corto plazo pese a lo que promete, dado que va a tener la misma resistencia de siempre. Es necesario demostrarle a la gente que lo que se promete, se cumple. Además este gobierno enfrenta reto adicional, que es mantenerse lejos de la imagen de un gobierno para extranjeros porque perderá más credibilidad ante estas comunidades.”, expone Vallas.

El segundo aspecto ineludible tiene que ver con las diferencias etimológicas, conceptuales, emocionales y hasta religiosas entre el campesino y el modelo económico que Estado y empresa buscan. “Entender la lógica del campesino y del indígena, que no es ni se relaciona directamente con la lógica de occidental, con el liberalismo o el capitalismo.

En cuanto el Estado y la empresa privada entiendan esto, existen grandes posibilidades de ponerle fin al conflicto originado” comenta Vallas. En ese sentido, el rol de los científicos sociales es imprescindible para sistematizar y apoyar en el proceso de comunicación efectiva entre las partes aportando, además, a la búsqueda de una solución. Sin embargo, mientras no exista voluntad entre las partes para adentrarse en la realidad del otro y comprenderla sin quitarle valor, será muy difícil prevenir los conflictos sociales. Si a eso se le suma el burocrático sistema para detectar y atender esos conflictos a tiempo, y la cobertura que los medios le dan al momento crítico y violento del conflicto, seguirá siendo un círculo vicioso en el que la solución no será fácil de encontrar.

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