A nivel nacional cada año se desperdicia el 70 % del agua en el sector agrario y el 50 % en el área urbana, informó la ANA. Solo en la costa se despilfarra el 83 % del agua superficial. Esto ha traído como consecuencia que el país esté en el puesto 37 en el ranking mundial de pobreza del agua.
Por Rudy Chávez
rchavez@stakeholders.com.pe
En el Perú cada año se dilapida el 70 % del agua en el sector agrícola y el 50 % en la zona urbana. Únicamente en la costa se desaprovecha el 83 % del agua superficial. Este porcentaje de pérdida de líquido dificulta la reducción de la brecha de acceso al agua potable y limita el crecimiento de la agricultura.
Así lo informó Abelardo De la Torre, exjefe de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), quien consideró que este panorama revela que, a pesar de la labor pedagógica que iniciaron hace una década el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri) y la ANA, todavía hay trabajo por hacer con respecto a la enseñanza y promoción de la cultura del agua en el Perú.
Descifrando la cultura del agua
La cultura del agua es el conocimiento y la valoración de la importancia social, económica y ambiental que tiene el agua para la vida, indicó De la Torre. Esta implica una buena práctica de consumo hídrico y la preservación de toda fuente natural de agua por parte de la gente y cualquier tipo de compañía dedicada a una actividad antrópica.
Explicó que esta involucra también un cambio sociocultural en cada usuario. Este cambio representa una tarea de mediano y largo plazo que debe realizarse mediante el diálogo, la articulación y la participación de la sociedad.
En caso de que un Estado no desarrolle una cultura hídrica en su población, caería en una situación de escasez de agua como la que enfrenta la capital de Sudáfrica, Ciudad del Cabo, que pronto podría convertirse en la primera metrópoli del mundo en quedarse sin este recurso, advirtió.
Por su parte, Silvia Cardó, jefa de la Plataforma de Atención al Usuario de la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass), quien prefirió denominarla cultura del cuidado del agua, señaló que esta entraña el uso responsable de la misma, tomando consciencia del contexto actual de cambio climático.
Este último escenario, causado por la contaminación ambiental, ha hecho necesario su fomento para determinar la clase de uso del agua y el nivel de cultura hídrica de la gente, expresó.
Igualmente, manifestó que no tener una cultura del cuidado del agua complicaría el mantenimiento de una reserva de agua, la cual se obtiene cuidando una cuenca hidrográfica y teniendo una adecuada conexión de agua potable en el domicilio.
Pobreza y desperdicio del agua en el Perú
Cardó afirmó que el Perú ocupa el puesto 37 en el ranking mundial de pobreza del agua. Este ranking mide el acceso al agua potable, el nivel de saneamiento, la disponibilidad de agua renovable, la dependencia de un suministro externo y la relación entre el agua disponible y la demanda de suministro de un Estado.
En este sentido, recalcó que para subir de posición en esta clasificación es indispensable que una empresa de agua potable refuerce su plan de contingencia contra una situación de déficit hídrico, concentrándose en el mantenimiento de cada reserva de agua subterránea que esté bajo su administración.
De igual forma, remarcó que, aunque una empresa de agua es la encargada de la captación, la potabilización y el suministro de este recurso, la gente también debe tomar consciencia de que es preciso racionalizar su consumo.
Para inducir a la población a hacerlo, recomendó aplicar una política de racionalización que ordene la distribución de agua en un horario fijo. Esta política tendría que restringir el abastecimiento durante la noche para lograr el efecto deseado en la ciudadanía.
Por su lado, De la Torre comentó que el índice de desperdicio de agua en el Perú no difiere mucho del resto de América Latina, aunque sí de EE.UU., Europa, Israel y Japón, que cuentan con un alto grado de eficiencia en su uso.
En este contexto, sugirió que la reducción del desperdicio de agua en el Perú debería ser gradual. De acuerdo con esto, dijo que el costo de la inversión para reducir este índice en un 5 % en el corto plazo, que equivale a 1400 m³ de agua por año, ascendería a 12 millones de dólares.
Continuando con su explicación, expresó que disminuir este registro en un 10 % en el mediano plazo, que representa 2800 m³ de agua por año, requeriría de una inversión de 370 millones de dólares, y que rebajarlo en un 20 % en el largo plazo, equiparable a 4800 m³ de agua por año, demandaría un gasto de 1 080 millones de dólares.
En virtud de ello, reveló que el costo total acumulado para reducir el índice desperdicio de agua en el Perú supondría un importe de 1 462 millones de dólares. Esta inversión permitiría que el usuario disponga de un mayor volumen de agua para su consumo y reduciría la conflictividad social y la problemática ambiental relacionada con su uso.
La cultura del agua en el Perú
Por lo expuesto anteriormente, queda claro que aún se tiene que continuar capacitando en el manejo del agua a la población en general y al sector agrario en particular, donde el elevado nivel de demanda de este recurso va a contrapelo del bajo grado de eficiencia de su uso, expresó Abelardo De la Torre, exjefe de la ANA, quien dijo además que en este esfuerzo deben participar el Estado, el sector privado, la academia y la sociedad civil organizada.
Justamente en este afán están el ente rector del Sistema Nacional de Gestión de los Recursos Hídricos (SNGRH) y el Ministerio de Educación (Minedu), que se encuentran ejecutando un programa de capacitación a favor del profesorado de educación básica regular, el cual estará preparado para enseñar y promover el correcto uso del agua, aseguró.
Asimismo, subrayó que la ANA y el Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (Sineace) están formando un cuadro técnico especializado en gobernabilidad y gobernanza del agua, con el fin de fortalecer la institucionalidad hídrica del Perú.
De igual modo, contó que el organismo que él dirige, en el marco de su labor de promoción de la cultura del agua, ha establecido un puente de diálogo con la población originaria del país, trazando una línea de gestión compatible con su diversidad etnolingüística. Sin embargo, dada la amplitud y complejidad del acervo cultural peruano, el avance que se ha logrado en materia de interculturalidad necesita afianzarse para optimizar la gestión de la cultura del agua.
También sostuvo que la estabilidad financiera está unida a la sostenibilidad de la cultura del agua. Por esta razón, es necesario dedicarle a esta última un capítulo entero dentro de cualquier plan de desarrollo institucional, con la finalidad de disponer de un presupuesto para este tema en cada nivel de Gobierno.
Por otro lado, Silvia Cardó, jefa de la Plataforma de Atención al Usuario de la Sunass, consideró que aún no existe el chip de la cultura de cuidado del agua en el Perú. Ella cree que, pese a lo que se ha avanzado, todavía falta mucho por hacer.
Precisamente con este propósito, la Sunass viene promoviendo la cultura del cuidado del agua por medio de una campaña educativa a favor de la población escolar y el cuerpo docente, obteniendo un gran resultado, subrayó.
Además, destacó que la institución reguladora del agua potable está realizando anualmente el Concurso Escolar Nacional «Buenas Prácticas para el Ahorro del Agua Potable», con el objetivo de apoyar y reconocer cualquier iniciativa escolar que incentive el ahorro, reúso y consumo responsable del agua.
Finalmente, tanto De la Torre como Cardó coincidieron en que es de vital importancia que la prensa, por medio de una campaña de sensibilización en beneficio del cuidado del recurso hídrico, ayude a fomentar la cultura del agua en el sector público y privado, la sociedad civil organizada y la ciudadanía.