Por Stakeholders

Lectura de:

Javier Caravedo
– Director Ejecutivo de ProDiálogo

La experiencia en el abordaje de conflictos socioambientales de las últimas décadas nos trae algunos aprendizajes. Una de esas lecciones es que el diálogo no puede verse como una respuesta reactiva a un conflicto en situación de crisis. Deber ser entendido en un sentido más amplio y proactivo. Como una cultura y no solo como un conjunto de reuniones para conversar y salir de una incómoda y costosa confrontación, y desbloquear el avance de un proyecto. La cultura del diálogo busca construir sobre bases sólidas una perspectiva preventiva y a la vez fortalecer la gestión resolutiva de los conflictos cuando éstos surgen.

El diálogo como cultura implica un enfoque, una ética y una práctica. Debe promoverse y asumirse entre los distintos actores: las empresas, en la gestión social y las relaciones comunitarias con responsabilidad social; el Estado en la prevención y gestión institucional de los conflictos y la gobernabilidad democrática; y, la sociedad civil en la investigación y la búsqueda del reconocimiento y garantía de derechos de las personas y las comunidades.

El diálogo es un enfoque que parte de una mirada sistémica que entiende que las interacciones sociales son complejas, dinámicas y en constante cambio. Y como consecuencia, se producen tensiones que deben ser atendidas de manera sistemática para aprovecharlas como oportunidad de transformación positiva para el desarrollo antes que su acumulación genere una crisis violenta. En esas dinámicas no solo hay aspectos técnicos, sino también subjetivos, relacionales, culturales y estructurales. Resalta la importancia de mirar y aborda los nudos de tensión, sin perder de vista el contexto del cual surgen. Configura espacios para responder a esa complejidad trabajando en las condiciones y organizado metodologías adecuadas.

: Javier Caravedo – Director Ejecutivo de ProDiálogo

El diálogo es un proceso con sentido estratégico, no es solo un encuentro coyuntural o un mecanismo en particular (por ejemplo, una mesa de diálogo formal). Debiera involucrar varios niveles: bilateralmente y de manera multiactor con las comunidades, los gobiernos locales y el gobierno nacional, y con una perspectiva territorial más allá del entorno de un proyecto específico. Hay que diferenciar al diálogo de la mera negociación transaccional que se enfoca en el intercambio de beneficios inmediatos, desconociendo intereses legítimos y las necesidades humanas más profundas que están en juego en estos casos.

El diálogo es una ética porque está orientado por principios que le dan un sentido y calidad a la comunicación, ya que con ello se tejen los vínculos sociales en la confianza. Desde esta perspectiva las interacciones sociales deben deber ser democráticas y participativas, colaborativas, horizontales, transparentes, inclusivas, interculturales, de buena fe, responsables, propositivas, de reconocimiento, rehumanización y empoderamiento.

El diálogo es una práctica que debe activarse en varios planos en simultáneo: en las relaciones interpersonales, al interior de las organizaciones en sus equipos de trabajo y las distintas áreas, con las comunidades del entorno de los proyectos, el Estado, la sociedad civil, etc. Es crear una red de colaboración. Un capital social para la sostenibilidad. De esta manera el diálogo podrá ser interiorizado, hacerse cultura organizacional y proyectarse genuinamente en el entorno generando buenas prácticas de relacionamiento socioambiental.

El desarrollo de una perspectiva del diálogo como cultura ayudará que la mejor prevención y gestión de conflictos en complejos contexto de conflictividad socioambiental.







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