El fuego en el Parque Nacional Los Alerces, en la Patagonia de la Argentina, continúa activo en todo su perímetro y lleva afectadas unas 5.971 hectáreas, de acuerdo con el Servicio Provincial de Manejo del Fuego de Chubut.
El incendio empezó el 25 de enero por la noche, y fue intencional. Diversos expertos en ingeniería forestal y ecología consideran que el ecosistema de la zona sufrirá consecuencias negativas muy importantes.
El Parque Nacional fue creado en 1937 por Ley 13.895 con el objetivo fundamental de proteger los bosques de alerces, que en el idioma mapuche se conocen como “lahuan”. Son plantas coníferas de hasta 3.000 años de vida. Abarca una superficie total de 263.000 hectáreas y está ubicado en el departamento Futaleufú, al noroeste de la provincia de Chubut.
Florencia Urretavizcaya, investigadora adjunta del Conicet y coordinadora del Área de Ecología de Ecosistemas Terrestres del Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP), declaró al medio Infobae que “el incendio en el Parque Los Alerces producirá daños graves”.
“En el caso del Parque Nacional Los Alerces, las poblaciones de ciprés de la cordillera, lenga y coihue habrían sido las más afectadas por los incendios ya que solo se regeneran por semillas. Al quemarse no hay aporte de semillas y es difícil que se restablezcan por su cuenta. En esos casos, se puede realizar en el futuro plantaciones para su restauración, pero es una intervención que requiere mucho tiempo y esfuerzo”, explicó Urretavizcaya.
En el Parque, también existen los alerces milenarios, que es la especie más longeva del planeta. “Pero su población no está comprometida en este incendio”, destacó la especialista.
“Es importante mencionar que la recuperación natural del ecosistema está relacionada con la severidad del fuego y también con el uso posterior. Por ejemplo, que no haya ganado y que no haya otros usos que lo deterioren más”, agregó.
Tras el incendio de 2008 se hizo restauración con plantación de cipreses y lengas en áreas quemadas. En 2015 hubo otro incendio en el Parque Nacional los Alerces. La vegetación de matorral se recuperó. Pero para las especies arbóreas dominantes es más difícil.
La restauración consiste en una estrategia que articula el conocimiento de diferentes disciplinas científicas. Se busca dar respuestas a la gestión y manejo de los ecosistemas cuando han sido degradados y para prevenir daños futuros.
Por su parte, Claudio Bertonatti, naturalista, investigador del Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas de la Universidad Maimónides y asesor científico de la Fundación Azara, explicó que: “Un bosque quemado no aloja biodiversidad. Hay muchos ejemplos en la Patagonia de bosques quemados que no se han recuperado.
Además, enfatizó en que “la pérdida de diversidad biológica (plantas, animales y hongos) dificulta o impide que el ecosistema quemado pueda seguir produciendo bienes (recursos materiales, como maderas, plantas medicinales, hongos comestibles, etc.) y servicios o contribuciones, como aire puro, estabilidad climática, regulación hídrica, fijación de nutrientes para el suelo o producción de especies”.
Sin bosque, los suelos quedan más vulnerables a padecer erosión, ya que se destruye la cobertura de plantas que los protegen y el mantillo de materia orgánica que lo nutre.
“Al despojarlo de ambas cosas, el agua no es retenida como antes, escurre más rápido y termina lavando esos suelos, compactándolos y favoreciendo su erosión o pérdida de fertilidad. A su vez, el escurrimiento de aguas con esos sedimentos que el suelo es incapaz de retener (y las cenizas) deteriora la calidad del agua (fundamental para consumo de la fauna, de los humanos, para riego y para las represas hidroeléctricas). Por otra parte, la erosión ocasiona pérdida de biodiversidad”, subrayó Bertonatti.
Otro efecto del desastre ambiental es que los incendios de grandes superficies emiten gases de efecto invernadero, porque liberan dióxido de carbono y otros gases que contribuyen al calentamiento de la superficie terrestre.