Por Stakeholders

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La historia de nuestro país ha estado marcada por sucesivas coyunturas donde pese a contar con favorables condiciones para nuestro desarrollo como…

  
La historia de nuestro país ha estado marcada por sucesivas coyunturas donde pese a contar con favorables condiciones para nuestro desarrollo como nación -que pudieron haberse aprovechado plenamente mediante el acuerdo y la aplicación de estrategias consensuadas-, optamos equivocadamente por la discordia y el enfrentamiento. 

Ahí están los episodios del auge del guano, de la anchoveta, del caucho, del petróleo y el cobre, donde los recursos y las oportunidades se desperdiciaron por nuestra falta de madurez política, por la ausencia de un espíritu concertador, por nuestra incapacidad para dialogar y reconocer en el “otro” a un aliado y a un socio, en lugar de un adversario.
 
Hoy, el Perú se encuentra nuevamente en una coyuntura favorable -así lo ha manifestado el ministro de Energía y Minas en un reciente evento de Exploraciones Mineras en Canadá- que nos presenta grandes oportunidades pero también grandes retos. Estamos saliendo de una grave crisis económica mundial, se proyecta un nuevo año de crecimiento de la economía, los niveles de actividad y de ingresos de las empresas, han crecido, pero también, han crecido las expectativas y las demandas de la población, que reclama su incorporación a la prosperidad y la modernidad.

Agreguemos a ello, la eclosión de una multitud de nuevos agentes y referentes políticos y sociales a partir del inicio de las elecciones regionales y municipales, en donde han saltado a la luz pública un conjunto de líderes y movimientos ciudadanos que cargan en sus bagajes una variedad de propuestas y demandas, que recorren todo el espectro: desde lo razonable hasta lo excesivo, desde lo justificado hasta lo trasnochado.

Ante esta situación, surgen naturales interrogantes: Se inicia una etapa para el país donde, ¿Ganará la demagogia o se impondrá el sentido común? ¿En esta etapa ya electoral, se impondrá la lógica del desarrollo sostenible o por el contrario se impondrá el golpe a las inversiones generadoras de trabajo digno?, haciendo que se pierda buena parte del año 2010 y parte del 2011 en mostrarse contrario a las mismas, bajo el supuesto de que trae votos para convertirse en alcalde o presidente regional el golpear a quien genera trabajo digno ¡Qué ridículo! Pero también ¿Pasarán las inversiones por comprender que son socios con el Estado y la Sociedad para gestionar el Desarrollo Sostenible pasando de ser “papas noeles” -con una bolsa cargada de aulas, postas médicas, piscigranjas y demás obsequios- en lugar de actuar como facilitadores auténticos de la infraestructura social, por ejemplo: carreteras, energía eléctrica, agua y desagüe, canales de riego, etc.? ¿Y la Sociedad dejará de ver a la empresa como Santa Claus o como bolsillos de payasos por lo grandes y sin fondo? ¿O más bien los verán como socios al Estado y a las empresas para construir juntos el desarrollo?

Estas interrogantes nos plantean como una obligación buscar el diálogo y el debate alturado entre los diversos sectores políticos, sociales y empresariales -a nivel nacional, regional y local- reconociéndole al “otro” su legitimidad y representatividad, su derecho a ser incluido y considerado. Esta tiene que ser la hora de las propuestas constructivas, del debate abierto pero civilizado, del esfuerzo por tender puentes y construir consenso. Aunque suene ingenuo, esta tiene que ser la hora de la buena voluntad entre Estado, Sociedad y Empresa Privada, porque sólo así será posible construir un país integrado e integrante.

Los peruanos tenemos una responsabilidad con nuestro país, con nuestras familias y con nosotros mismos: aprovechar al máximo la actual coyuntura favorable -que quizás no se vuelva a repetir en mucho tiempo- encontrar objetivos comunes y avanzar por el camino de la cooperación y la inclusión, que no va a ser un camino fácil, pues, indudablemente, está y estará lleno de baches y obstáculos, pero podemos tener la certeza de que poco a poco nos llevara hacia delante.

No caigamos en la tentación de tomar esa senda conocida y recorrida del enfrentamiento, de la exclusión, del ataque y la división, porque ese camino -que parece tan fácil y tentador políticamente- tarde o temprano nos va a llevar a tener una nueva oportunidad perdida, que de esas está desafortunadamente llena nuestra historia republicana.







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