Este tratado puso al descubierto los peligros del principal enemigo de la humanidad en una guerra contra el cambio climático, el CO2.

Por Stakeholders

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El 11 de diciembre de 1997, la ciudad japonesa de Kioto, capital del Shogunato durante más de mil años, acogió la firma del tratado, convirtiéndose en el primer acuerdo internacional que puso nombre a los gases de efecto invernadero más potentes, con el CO2 a la cabeza, seguido de elementos como el metano (CH4), y compuestos como el óxido nitroso (N2O), los hidrofluorocarbonos (HFC), los perfluorocarbonos (PFC) y el hexafluoruro de azufre (SF6).

Uno de los principales objetivos de Kyoto es luchar contra el cambio climático y su logro principal fue identificar al causante inmediato de la mayor crisis que afronta la humanidad como especie, ocasionada por el CO2, nomenclatura química que a la fecha es muy conocida.

Sin embargo, para la organización Ecologistas en Acción su objetivo fue intrascendente ya que solo proyectó una reducción del 5 % de las emisiones de los países más desarrollados sobre el nivel de emisiones de 1990”.

Por otro lado, la negativa de Estados Unidos a cumplirlo dejó fuera a “uno de los principales causantes mundiales del cambio climático”, cuyas emisiones “representan un tercio del total”.

Para los ecologistas, otro de los puntos débiles del tratado fue que su eficacia ambiental se vio mermada “considerablemente” por la introducción de vías para que los países puedan “apuntarse” reducciones que no se realizan en su territorio, en referencia al comercio de emisiones.

Han pasado 25 años y continúan recolectando las evidencias científicas de la prolongación del cambio climático, además, se han afianzado las previsiones climáticas para este siglo, principalmente peligrosas en el cinturón ecuatorial, donde habita gran parte de la población más pobre del mundo, pero también en las zonas mediterráneas, como España.

Hay una necesidad urgente de abordar mayores reducciones de CO2, ya que en 2022 la tendencia mundial es de crecimiento de las emisiones, debido a que países fuertemente industrializados, como la India y China, aluden a la “seguridad energética” para no abandonar el uso masivo del carbón.

Con este argumento, ambos países torpedearon en el último minuto un acuerdo más ambicioso en la COP26 de Glasgow (R.Unido) de 2021, además de que la ausencia de sus líderes en la última cumbre del clima, la COP27 de Sharm El Seij (Egipto), también ha devaluado este foro en el que la implicación de los gigantes económicos asiáticos resulta clave.

Según el último informe sobre la Brecha de Emisiones de la ONU, para cumplir con París “las emisiones tendrán que reducirse un 45 % más de lo previsto para 2030”, además hay una alerta de que la Tierra se encamina a un aumento térmico de 2,8 grados respecto a la era preindustrial.

Por otro lado, según Naciones Unidas aún “no se ha trazado un camino creíble para limitar la subida de las temperaturas a 1.5 grados”, una meta que marcará el punto de inflexión de la guerra de la humanidad contra el cambio climático.







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