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Francois Gerlotto es un reconocido investigador y científico francés del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD). Es ecólogo, especialista en ecosistemas marinos tropicales. Ha realizado trabajos colaborativos con la Fundación La Salle de Margarita (Venezuela), el Instituto de Oceanología de la Habana (Cuba), la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto de Fomento Pesquero de Chile, el Instituto del Mar y el Instituto Humboldt de Investigación Marina y Acuícola en Perú. Ha sido presidente de numerosos grupos de trabajo internacionales y miembro del Comité Consultivo del International Council for the Exploration of the Sea, así como delegado de la Unión Europea en la Organización Regional para el Ordenamiento Pesquero en el Pacífico Sur.

Su carrera científica y su experiencia directa en diversos ecosistemas del planeta, le han generado la urgencia de elaborar análisis y propuestas para entender las relaciones entre el hombre y su entorno. El investigador francés estuvo en Lima para presentar en la Feria del Libro su obra “Cataclismo o transición: la ecología sin escapatoria”, en la que se aborda la terrible responsabilidad del hombre: humanizar el mundo sin estropear el medio ambiente y, por tanto, sin destruir al hombre mismo.

¿Qué lo motivó a escribir el libro “Cataclismo o transición: la ecología sin escapatoria”?

La idea nació en una reunión que tuve a fines del 2018 en Lima con la entonces presidenta de la Sociedad Nacional de Pesquería (SNP), Elena Conterno. Ella me contó que Paul Watson, presidente de “Sea Shepherd”, una ONG que defiende los océanos, escribió que “había que dejar de pescar en los océanos”. Esta afirmación la hizo sin evaluar en lo más mínimo los efector sociales, económicos y, sobre todo, ecológicos que podría implicar que se adopte una decisión de ese tipo. Lo grave fue que la ONU empezó a considerar seriamente esta opción. Me quedó claro que los “ecólogos”, incluso los que manejan las ONG más fuertes, no tienen una comprensión real de lo que es un ecosistema, porque dejar de pescar en los océanos significa destruir aún más el ecosistema terrestre.

¿Por qué es así?

Porque si se toma la decisión de dejar de pescar los 80 millones de TM anuales que se producen en el mar, la única salida será producir esa proteína animal en la tierra, con lo cual habrá mayor necesidad de campos de cultivo, espacio para el ganado, degradación de territorios. Decir que la pesca industrial es la enemiga del ecosistema, es absurdo.  La pesca industrial no explota ni la tercera parte de la biomasa que hay en los océanos, lo que permite a los demás depredadores vivir y vivir bien. Por eso cuando regresé a Francia le conté esta historia a unos amigos que me sugirieron escribir un libro sobre el tema. Así nació “cataclysme ou transition” en francés, que un amigo venezolano, Juan José Cárdenas, decidió traducir al español, y que otro amigo peruano, Mariano Gutiérrez, con el apoyo de la Universidad Continental, logró publicar la versión en castellano del libro.

¿Cuál es el mensaje principal que quiere transmitir con este libro?

El primero es que antes de proponer soluciones, hay que entender lo que es un ecosistema y evaluar las consecuencias de las decisiones que se proponen. Y el segundo es que no hay que caer en ninguno de los dos extremos que nos quieren plantear algunos, por un lado, los catastrofistas que creen que todo va a colapsar mañana y, por otro, los negacionistas que aseguran que no va a pasar nada. Estamos en un periodo difícil y crítico en el que hay que tomar decisiones importantes, pero hay que hacerlo sin caer en ninguno de los dos extremos.

¿Entre los catastrofistas y los negacionistas, hay alternativas o algún término medio?

Por supuesto que hay alternativas. Se ha lanzado una dinámica del ecosistema que no podemos parar, pero si podemos y debemos limitar. Por eso, reducir los GEI es todavía la prioridad número 1. Mientras menos suba la temperatura del planeta, mejor. Pero el reto mayor ahora es adaptar a nuestras sociedades a los cambios climáticos primero y a la polución después. Seguir cultivando plantas que demandan gran cantidad de agua, como algunas variedades de maíces o granos, en zonas que se vuelven secas, es absurdo. Mientras más rápido paremos con ese tipo de decisiones absurdas, mejor para el ecosistema.

En el Perú, una gran parte de la opinión pública asume una posición “catastrofista” en relación con la pesca industrial, particularmente de anchoveta. ¿Usted que conoce y ha estudiado esta pesquería a qué atribuye esa percepción negativa?

Eso demuestra lo cierto que es el proverbio que dice que “nadie es profeta en su país”. El manejo de la pesca industrial en el Perú es ejemplar y admirado por el mundo. No creo que haya otra pesquería importante en algún otro país del planeta que esté mejor manejada que en Perú.

¿El trabajo del IMARPE, sin embargo, es muchas veces cuestionado en nuestro país?

El IMARPE es uno de los institutos más importantes y reconocidos en el mundo en cuanto a manejo pesquero. Sus expertos siempre han presentado recomendaciones acertadas, que felizmente, la mayoría de veces, han sido seguidas por las autoridades encargadas de la pesquería en el país. El IMARPE cuenta con una experiencia de más de 60 años que ha sido clave para el manejo sostenible de pesquerías como la anchoveta. Tal vez, visto desde afuera, la característica más impresionante del IMARPE si se lo compara con sus equivalentes en el mundo, es que rechaza toda “ideología científica” para preferir una posición que yo llamaría “empírica”. No se deja seducir por modelos o teorías, sino que las estudia, las aplica y ve sus resultados. Si los resultados son buenos, los incorpora en sus protocolos. Si no lo son, los deja de lado, aunque sea lo que todo el mundo considera acertado. Esta independencia científica hace que reciba muchas críticas desde que fue creado, pero al final los resultados son lo único que cuenta y los del IMARPE son altamente positivos.

¿Cuál es su percepción de las empresas de pesca industrial que también suelen ser acusadas de depredar el mar?

Yo creo que la lección del 1972, cuando una actividad sin reglas acabo con el stock de anchoveta, quedó grabada en la memoria empresarial. Lo que yo veo es que el gremio industrial privado ha entendido hace muchos años lo importante que es un manejo correcto y sostenible del recurso.  Si se quedan sin recursos se quedan sin negocio. Seguro que hay cosas por mejorar, pero las empresas privadas de pesca industrial participan ya hace varios años en las actividades de estudio y evaluación de la especie, pero lo más importante es que aceptan, aplican y cumplen, al menos la gran mayoría de ellas, las regulaciones. Y las que no lo cumplen deben ser sancionadas.

En el Perú se cuestiona al IMARPE y en el mundo se le admira. En el Perú se acusa de depredadora a la pesca industrial y usted la destaca. ¿Cómo explica que haya percepciones o visiones tan distintas sobre una misma pesquería?

Porque los científicos somos humanos, tenemos visiones y percepciones diferentes. Por lo tanto, proponemos modelos explicativos que le dan más o menos importancia a tal o cual hipótesis. Pero hay una gran diferencia entre el científico y el “polémico”. Cuando una teoría o hipótesis científica es mala, los científicos lo admitimos y buscamos otra explicación. Los polémicos no, ellos siguen defendiendo sus posturas, aunque sean absurdas. En algunos casos puede ser por terquedad, en otros porque probablemente haya otros intereses ocultos que no conocemos.

La pesca de juveniles suele ser muy cuestionada por los detractores de la pesca industrial. ¿Existe realmente una adecuada fiscalización y control o hay razones para preocuparnos por la sostenibilidad de la anchoveta?

Es un tema complicado y entiendo que el común de la gente no entienda cómo funciona la regulación, pero le puedo asegurar que la regulación aplicada hoy en día en el Perú es la que da los mejores resultados, porque es fruto de una cantidad de experimentos y de aplicaciones de protocolos diferentes desde los años 1980. En el caso de la anchoveta no hay duda que hay que proteger a los juveniles, no tanto porque aseguran el reclutamiento futuro, sino porque en pocos meses multiplican su biomasa por varias órdenes de magnitud. La regulación actual que se aplica en Perú contempla eso y es producto de esa síntesis que comenté previamente entre modelos y observaciones prácticas de la pesquería. Los hechos demuestran que funciona bien. No hay que cambiarla por el momento.

La FAO sostiene que el verdadero problema pesquero del Perú se encuentra en el sector de la pesca artesanal. ¿Usted coincide con esa apreciación y, de ser así, qué acciones priorizaría?

No soy experto en pesca artesanal del Perú, pero es evidente que la pesca artesanal acá tiene un impacto negativo fuerte por su informalidad, su clandestinidad y la falta de colaboración con los científicos. Como dije anteriormente, un manejo pesquero no puede funcionar sin la participación de todos los gremios, pescadores, científicos, administradores etc. Eso ocurre con la pesca industrial, pero no es el caso con la pesca artesanal y eso si se puede considerar que es un verdadero problema. Es ahí donde se debe poner mayor atención y regulación.







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