Por Renzo Rojas

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El acuerdo para la creación de un fondo de pérdidas y daños en favor de los países más afectados por el cambio climático fue lo más destacable de la última COP en Egipto. Sin embargo, aún queda pendiente un mayor compromiso de ciertos países en la consecución de las metas del Acuerdo de París.

Desde 1994, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) es un punto de encuentro internacional en la búsqueda de soluciones para enfrentar los desafíos climáticos. Los representantes de los países firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) han venido reuniéndose año a año, y tras más de 27 ediciones vale preguntarse cuál ha sido su influencia frente a la actual crisis ambiental global.

Para José Luis Ruiz Pérez, director de Maestrías y Programas de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico, en el tiempo, el evento ha sido clave en la sensibilización de los gobiernos sobre la realidad de la emergencia climática y la necesidad de crear un entorno habilitante. Resalta en este marco el Acuerdo de París como un punto de encuentro de las voluntades de todos los países firmantes para contribuir, de manera voluntaria, a enfrentar el problema.

En ese sentido, también refiere algunas limitaciones acerca de su influencia: “En primer lugar, como entidad dentro de las Naciones Unidas, requiere del voto favorable de los países y, en ninguna forma, puede forzar a una Nación a realizar acciones con las que no se ha comprometido voluntariamente. En segundo lugar, las partes que participan en la discusión son los Gobiernos. Esto restringe la participación del sector privado o las organizaciones de la sociedad ci[1]vil a un rol de observador con acceso limitado”.

Ramiro Escobar – Experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM)

Ramiro Escobar, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), remarca también que las COP han tenido efectos concretos muy limitados dada su naturaleza. Sin embargo, indica que es mejor contar con esta antes de que no porque si no la situación en el tema se configuraría aún más negativa.

“Concretamente, esta COP 27 realizada en Egipto tuvo como propósito, como las que tuvieron lugar luego del Acuerdo de París del 2015, hacer un seguimiento a este acuerdo. A ver si se está cumpliendo. El asunto es que no es un acuerdo que sea vinculante, es decir, que obligue a los países a cumplir lo que se dice, no hay ninguna sanción”, explica.

Para el docente de la UARM queda claro que no se está logrando lo pro[1]yectado, y en parte eso es entendible porque son 197 partes que se deben de poner de acuerdo. En contrapar[1]te, menciona el Protocolo de Kioto en el cual están comprometidos ciertos países industrializados, en este caso sí de forma vinculante.

Las limitaciones detalladas de no vinculación, explica por otra parte José Luis Ruiz Pérez, se vislumbran especialmente cuando los Gobiernos tienen que ejecutar ciertas medidas para la descarbonización de las economías. Por ello, tal como lo sostiene, en este escenario es fundamental que aquellos actores que participan como observadores en la CMNUCC tengan un rol activo y coordinado para lograr que los cambios sucedan.

“Ese es el desafío que la CMNUCC y las últimas COP encuentran dificultades en enfrentar”, enfatiza.

Fondo de recuperación de pérdidas y daños

Respecto a este COP 27, desarrollada en Sharm el-Sheij (Egipto), lo más importante de lo logrado radica en el acuerdo de la creación de un fondo de pérdidas y daños que beneficiará a los países que más sufren las consecuencias del cambio climático. No obstante, aún se está por establecer plazos y fechas para que entrase en funcionamiento.

“Esta declaración implica el punto de partida ya que, durante los doce meses hasta la próxima COP, un comité de 24 miembros preparará una propuesta para el funcionamiento de dicho mecanismo financiero para que los países acuerden los detalles del fondo”, manifiesta el directivo de la UP.

Ramiro Escobar coincide en que este as[1]pecto fue lo que más resaltó de la COP 27. Es un paso dado en lo que se refiere a la justicia climática. Hay países que emiten más contaminantes por sus actividades, pero los que menos contribuyen se muestran más vulnerables a fenómenos como las sequías o inundaciones, consecuencias del cambio climático.

“La aceptación de que la emisión de GEI en el mundo no es una consecuencia de la casualidad, sino que hay países más industrializados y hay otros menos que no emiten tanto y sufren más”, agrega.

En la conferencia de Egipto, otro punto importante que se discutió fue acerca de la transformación en el sistema financiero mundial. El pedido implica que los bancos multilaterales de desarrollo puedan hacer esfuerzos por optimizar sus prácticas en beneficios de un financiamiento adicional para inversiones sostenibles. Una constante en el evento también fue el llamado de los científicos a realizar más y mejores acciones para evitar el aumento desmedido de la temperatura global, así lo comenta José Luis Ruiz Pérez.

“Tampoco se ha discutido la necesidad de repensar los sistemas alimentarios (responsables de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial) con la adopción de mejores prácticas de producción y cambios en nuestros hábitos de consumo”, añade.

Panorama geopolítico

El compromiso de los países que más emiten GEI es crucial para cumplir con los acuerdos establecidos. Si bien el carácter no es coercitivo, hay factores que explican por qué potencias como EE. UU. o China en espacios como la COP no apuestan en su totalidad por compromisos que buscan reducir el incremento de la temperatura global.

Al respecto, Ramiro Escobar sostiene que existe una geopolítica climática que entra en juego al momento en que estos actores evalúan asumir ciertos puntos en la lucha contra el cambio climático: “Hay que entender que hay una cierta geopolítica climática. Entonces, negociar en términos climáticos, implica ceder soberanía en alguna medida o poder modificar los planes de desarrollo que tiene un país”, remarca.

José Luis Ruiz Pérez – Director de Maestrías y Programas de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico

El especialista menciona que estos países pueden comprometerse, pero solo hasta cierto punto, en medida que sus planes de desarrollo se los permita. Comenta que si bien el presidente estadounidense Joe Biden, a diferencia de Donald Trump, está muy interesado en promover la lucha contra el cambio climático, este país en la actualidad se encuentra explotando petróleo de otras partes.

En esta misma línea, por ejemplo, el conflicto Rusia y Ucrania también influye en el compromiso de EE. UU. para apostar por ciertos acuerdos: “Algo muy importante es que está indirectamente involucrado en esta guerra. Eso hace que el factor energético ligado al petróleo y el gas proveniente de Rusia, el segundo, sobre todo, haciendo un cálculo político y bélico, en esta COP se haya mostrado más cauto”.

José Luis Ruiz Pérez reafirma que la dimensión geopolítica es un elemento importante en el análisis de los países. Desde el sector energético, indica que hay cambios drásticos de ciertos Gobiernos en cuanto a sus posiciones. Entre ellos: “El aprovechamiento de los recursos de petróleo y gas de esquisto (shale oil and gas) ha motivado que Estados Unidos pase de ser importador neto a exportador neto de hidrocarburos, con su consiguiente alineamiento en algunas materias con los países árabes y Rusia”.

Asimismo, subraya que China ha emergido como el principal centro de fabricación de tecnología para la generación de energías limpias, así como la disponibilidad de ciertos minerales (como el litio y el cobalto) y las tierras raras, y agrega que “la invasión de Rusia a Ucrania ha hecho evidente la dependencia de la Unión Europea del gas proveniente de Rusia y la necesidad de invertir para su seguridad energética”, concluye.







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