
En el marco de la Trigésima Primera Expedición Científica a la Antártida (ANTAR XXXI), un grupo de investigadores peruanos de la Universidad San Ignacio de Loyola (USIL) ha llevado a cabo dos proyectos pioneros que podrían marcar un antes y un después en la preservación del continente blanco. Durante los 110 días de la expedición, realizada entre noviembre de 2024 y marzo de 2025, estos científicos se han enfocado en comprender mejor la biodiversidad y la gestión ambiental en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta.
El primer proyecto se centró en el monitoreo del hábitat de depredadores superiores. Con una meticulosa labor de campo en zonas como Punta Crepín y la Ensenada McKellar, los investigadores realizaron censos de pingüinos, aves marinas y focas, además de documentar la presencia de grandes ballenas desde puntos fijos en tierra. Utilizando equipos portátiles para medir variables climáticas como la temperatura, humedad y velocidad del viento, el equipo logró caracterizar detalladamente el entorno natural que sustenta a estas especies, proporcionando datos fundamentales para su conservación.

En paralelo, se desarrolló un estudio orientado a evaluar la gestión ambiental en la Estación Científica Antártica Machu Picchu (ECAMP). Este proyecto abordó tres líneas de investigación: la calidad del agua, el manejo de residuos sólidos y la huella de carbono generada por las actividades en la estación. Tras identificar puntos críticos, se plantearon soluciones prácticas, como la implementación de filtros para mejorar la calidad del agua, la creación de puntos ecológicos para la adecuada gestión de residuos y estrategias destinadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas iniciativas no solo buscan mitigar el impacto ambiental actual, sino también establecer un modelo sostenible que pueda replicarse en futuras expediciones.
Liderados por el biólogo Luis Santillán Corrales y el ingeniero Miguel Mucha Torre, ambos docentes de Ingeniería Ambiental en la USIL, los proyectos demuestran el compromiso de la ciencia peruana con la conservación del ecosistema antártico. “Nuestro trabajo en ANTAR XXXI no solo suma conocimiento sobre la biodiversidad y el impacto ambiental en la Antártida, sino que también sienta las bases para estrategias de preservación que beneficien a comunidades globalmente vulnerables,” señaló Mucha Torre.
Esta colaboración entre científicos, instituciones nacionales e internacionales reafirma el rol de Perú en la investigación y protección del medio ambiente, subrayando la importancia de invertir en ciencia para enfrentar los desafíos del cambio climático. Con estos estudios, se busca no solo preservar la biodiversidad del continente blanco, sino también impulsar prácticas sostenibles que puedan ser adoptadas a nivel mundial en la lucha contra la degradación ambiental.
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