
En un país donde el compromiso ciudadano a menudo se ve mermado por la apatía, Proa ha sabido posicionarse como una plataforma innovadora que dinamiza el voluntariado y lo integra como un eje clave del desarrollo social. Fundada en 2017, esta organización ha canalizado más de 4 millones de horas de voluntariado, logrando articular a empresas, universidades y entidades públicas con causas de alto impacto social y ambiental. Pero su verdadera apuesta no está solo en las cifras, sino en transformar el concepto del voluntariado en el Perú.
“Uno de los principales retos que enfrentamos es romper la idea de que el voluntariado es algo que se hace cuando te sobra tiempo”, señala Ana Paula Albin Casanova, presidenta del Consejo Directivo de Proa. Desde su liderazgo, impulsa una visión estratégica donde el voluntariado no es un acto esporádico de caridad, sino una herramienta poderosa de transformación colectiva.
Tecnología al servicio del propósito
Parte del éxito de Proa radica en el desarrollo de una plataforma digital que conecta de forma eficiente a voluntarios con causas sociales. “Creamos nuestra tecnología en un ecosistema donde no existía una solución similar. Fuimos pioneros en proponer un modelo de gestión del voluntariado que sea eficiente, medible y alineado con los objetivos institucionales”, destaca Albin.
Con más de 245 programas sociales publicados en lo que va del año y más de 4,400 voluntarios movilizados, Proa ha evolucionado hasta convertirse en la principal plataforma de voluntariado del país. Su propuesta no solo facilita el acceso, sino que también personaliza la experiencia: desde algoritmos que recomiendan causas afines a los intereses del usuario, hasta botones de interacción que permiten crear “tribus solidarias” dentro de la comunidad virtual.
Voluntariado con enfoque profesional y sostenible
Lejos de limitarse a acciones puntuales como recojo de residuos o campañas de ayuda, Proa apuesta por un voluntariado profesional y descentralizado. “Cuando comenzamos, el voluntariado en el Perú se asociaba con actividades caritativas. Hoy, somos testigos de un giro hacia un voluntariado mucho más estratégico y profesionalizado”, explica su presidenta. Esta visión se ha traducido en acciones concretas como los encuentros regionales en Chiclayo, Cusco y Loreto, espacios diseñados para fortalecer el sistema de voluntariado en cada región.
Además, la organización lanzará este año el “Sello Proa”, un distintivo que reconocerá a aquellas organizaciones sociales con óptima gobernanza, capacidad de gestión de voluntarios y uso eficiente de donaciones. “Nuestro objetivo es que las empresas y cooperantes tengan un directorio confiable de organizaciones con las que puedan trabajar”, afirma.

Alianzas para escalar el impacto
En su modelo de gestión, las alianzas son clave. Proa trabaja de la mano con empresas para conectar su estrategia de responsabilidad social con oportunidades de participación ciudadana. Con las universidades, busca integrar el voluntariado como parte del currículo formativo. Y con el Estado, colabora en el diseño de programas y políticas públicas que promuevan la ciudadanía activa.
“Lo que hemos aprendido es que todos quieren ayudar, pero no todos saben cómo. Ahí entra Proa, como un puente articulador”, comenta Albin. En ese sentido, uno de sus objetivos de mediano plazo es influir en el marco normativo nacional. Actualmente, trabajan junto al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) y el Congreso para impulsar una nueva Ley General del Voluntariado que responda al contexto actual del sector y visibilice su impacto económico y social.
Mirada hacia el futuro
De cara al cierre de 2025, Proa tiene grandes objetivos. Por un lado, planea descentralizar sus operaciones y consolidar su presencia en más regiones del país. Por otro, avanza en alianzas internacionales que le permitirán llevar su modelo a otros países de América Latina. En ese camino, será anfitriona de la Conferencia Regional del Día de las Buenas Acciones, que reunirá a más de 100 líderes de voluntariado de la región en el Perú.
La visión hacia el 2027 —año en que celebrará su primera década de vida— es ambiciosa pero concreta: “Queremos mirar atrás y saber que hemos construido una red sólida, profesional y con impacto real en la vida de miles de personas”, concluye Ana Paula Albin.
