
Jorge Mario Bergoglio, conocido mundialmente como el Papa Francisco, falleció a los 88 años dejando una huella profunda en la historia de la Iglesia Católica y del mundo. Su vida, marcada por la sencillez, la empatía y la defensa de los más vulnerables, lo convirtió en una de las voces morales más importantes del siglo XXI. Primer pontífice latinoamericano y primer jesuita en ocupar el trono de Pedro, su papado fue sinónimo de transformación, conciencia social y esperanza.
La humanidad de Francisco
Desde su elección en 2013, Francisco dejó claro que su liderazgo estaría guiado por una profunda preocupación por los olvidados de la Tierra: los pobres, los migrantes, los descartados y también la propia naturaleza. Eligió su nombre en honor a San Francisco de Asís, el santo de los humildes y de los animales, símbolo de paz y armonía con la creación. Aquel gesto no fue solo simbólico: fue el punto de partida de un papado comprometido con una Iglesia más humana, solidaria y activa ante los desafíos globales.
Francisco siempre velo por el bienestar del planeta
Francisco habló de sostenibilidad antes de que se pusiera de moda. En 2015, publicó la encíclica Laudato Si’, un llamado urgente a cuidar nuestra “casa común”. En ese documento denunció el deterioro ambiental, el cambio climático y la cultura del descarte que afecta tanto a la naturaleza como a las personas. “El clamor de la Tierra y el clamor de los pobres son el mismo”, escribió. No se trataba solo de ecología: era una visión ética del mundo, donde el bienestar del planeta y la justicia social están íntimamente ligados.
A lo largo de su pontificado, Francisco defendió con firmeza los derechos humanos, especialmente de quienes han sido históricamente silenciados. Condenó con claridad la trata de personas, la explotación laboral, la xenofobia, el racismo y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. En sus viajes, se acercó a campos de refugiados, visitó prisiones, lavó los pies de inmigrantes y compartió la mesa con los sin techo. Su mensaje fue claro: nadie debe quedar fuera.
No fue un líder perfecto, y muchas veces enfrentó críticas desde dentro y fuera de la Iglesia por sus posturas abiertas o por no avanzar con la rapidez que muchos esperaban en ciertos temas. Sin embargo, su figura logró tender puentes entre la fe y el mundo contemporáneo, entre la espiritualidad y las luchas sociales, entre la Iglesia y aquellos que habían perdido la esperanza en ella.

El Papa Francisco será recordado no solo como el primer Papa del sur global, sino como el que caminó del lado de los pobres, que abrazó las causas justas sin temor y que nos recordó que el amor cristiano se practica en el cuidado de la Tierra y en el rostro del otro.
Hoy, su legado vive en cada gesto de solidaridad, en cada acción por la justicia y en cada esfuerzo por un mundo más digno y sostenible para todos.