Estos tiempos actuales nos exigen hablar cada vez menos de liderazgo, y cada vez más de liderazgos aplicados a diversas organizaciones e instituciones. Así, tanto en la familia como en la vida comunitaria, sea pública o privada, o en el amplio mundo de la empresa, la competencia profesional y humana necesitan estar a la altura de las circunstancias y mostrar el rostro humano y, por tanto, real de la sociedad, con líderes capaces de influir en las mentes y, sobre todo, en los corazones de las personas.
La incertidumbre, la innovación constante y los complejos desafíos, que inciden radicalmente al interior de las organizaciones y en su entorno, deben llevar a la universidad a actuar con claridad al momento de diseñar planes de actualización profesional. Es la manera más segura de contribuir con el verdadero desarrollo del país desde la educación, uno de los temas de conversación del encuentro de líderes empresariales y políticos, CADE 2025, este contexto muy cercano al proceso electoral también debe ser materia de reflexión.
Ámbitos por excelencia -como la empresa, la familia y las instituciones educativas- se reservan una oportunidad inigualable al momento de responder con precisión y satisfacer las cambiantes y crecientes necesidades humanas. Toca, por ende, reconocer que corresponde ir más allá del necesario plano económico/material y cognoscitivo. La formación del carácter -verdadera base de la transformación humana- y el acrecentamiento moral de las personas no puede relegarse como tarea pendiente.
Nos tocó el turno a las universidades; estamos llamadas a asumir el rol de agentes de cambio, que trabajan en excelencia, compromiso e ilusión, con grandes retos para contribuir en la formación de peruanos, no solo capaces sino, sobre todo, personas de bien. Esto es necesario entenderlo con claridad, porque resulta insuficiente contar con buenos profesionales, sin carácter moral; contar con profesionales competentes únicamente es también insuficiente para el desarrollo social.
¿Qué debemos entender para aportar desde la formación a la transformación? La adhesión al propósito institucional parte por la gestación de vidas con sentido de los miembros que componen e integran las organizaciones. Se debe trascender la lógica de los valores predominantes de hoy e ir más allá del pensamiento que equivocadamente cree que la finalidad de la empresa se centra solo en los beneficios económicos en el corto plazo; que las motivaciones humanas se orientan fundamentalmente hacia el deseo de adquirir y poseer más bienes; que la estrategia se centra en conseguir resultados y, por tanto, los sistemas de control exigen un seguimiento muy cercano enfocado en el cumplimiento de metas; más aún, que lo importante es el ascenso formal como forma de crecimiento profesional.
La persona no puede ser apartada de este análisis. Ante ello, ¿qué se debe hacer? Conviene instaurar valores que sean ascendentes para cambiar de paradigma; es importante entender y promover que la finalidad de la empresa se centra en el servicio a la sociedad, en el impacto que puede ejercer en el entorno, en las personas que la hacen y en las personas a las que esta orienta su labor y servicio. Aquí son clave las motivaciones humanas pues incluyen, de manera muy relevante, la capacidad y afán de compartir y de servir a otros; eso explica el sentido de misión personal. |
Todos compartimos el reto de darle esperanza al país y el crecimiento que cada uno pueda lograr es la base para este desarrollo anhelado. Sin embargo, la estrategia de la empresa debe incorporar principios de actuación y el sentido de propósito de desarrollo de las personas.
Debe quedar muy claro que la promoción en la empresa no debe ser solo por el ascenso formal, sino también por la capacidad de formar e influir positivamente en los compañeros de trabajo. Es un escenario no solo necesario, ni tan siquiera factible, sino imprescindible en aras de la sostenibilidad humana. Las personas, los mercados y los recursos no son variables en lucha; pero, como todo, ha de respetarse una debida preeminencia.
“Las universidades están comprometidas, pero no pueden hacerlo todo solas. Esta es una misión multidisciplinaria interinstitucional”.
La educación quiere contribuir con el progreso de los ciudadanos. Tenemos ese compromiso, no solo de formarlos en la primera línea profesional sino, de manera especial, de acompañarlos en su camino posterior, en la actualización, insistiendo en su formación como personas, recordando que son sus valores y virtudes las que marcarán la diferencia.
La realidad humana es relacional. Nuestro desarrollo y felicidad en todos los planos tiene como premisa de partida la colaboración y la cooperación. No hay persona que logre su plenitud sola. Por ello, trabajemos también esa dimensión virtuosa desde la empresa junto a la academia; vayamos, si es posible más allá, y proyectemos esta visión en la familia.
Las posturas egoístas deben desterrarse. Los directivos y profesores debemos orientar mejor esta formación si queremos un lugar mejor y más solidario. Hablamos pues, de promover la formación integral desde la educación hacia la empresa.
¿Cómo lograr que esta enaltezca y edifique mejores personas para contribuir con los mejores ciudadanos que requiere el país? Las universidades están comprometidas, pero no pueden hacerlo todo solas. Esta es una misión multidisciplinaria interinstitucional (familia, instituciones educativas, Estado, comunidad…). Efectivamente, la universidad no puede lograr una formación integral si los niños, jóvenes o adolescentes no reciben, también, formación de calidad en la educación básica regular; y esta a su vez no será eficaz si lo que hace no se apoya en la familia; y viceversa. Aquí, otro punto importante: el fortalecimiento de nuestras instituciones; sí; pero, sobre todo, de las fundamentales para la sociedad, y la principal, lo sabemos todos, es la familia.
¿Habrá acaso inseguridad o injusticia en una sociedad en la que primen tales valores? ¿Habrá indiferencia ante las enormes brechas entre el acceso a servicios y la economía de las zonas rurales, del sur del país y otras zonas alejadas, si las autoridades tienen una formación íntegra y ejercen su función como lo que es: un servicio responsable que busca el bien común, pensando en lo que esperarían para sus hijos, hermanos y padres?
Se vive mejor con brújula y dirección y si conduce a una misión de colaboración en el cumplimiento de objetivos, desde la formación para la transformación, el amasijo de relaciones adquiere así buena forma e inspira.









