La situación de la pandemia ocasionada por la COVID-19 trajo consigo muchos cambios, entre ellos, el uso de las tecnologías para la educación. Ya sea para escolares, universitarios, o incluso estudios de posgrado, la virtualización ha sido una de las transformaciones que llegó para quedarse.
Enrique Baleriola Escudero, en su columna de The Conversation, explica que ese cambio rápido, abrupto y desestructurado ha provocado profundos desequilibrios en el sistema educativo. Algunos ejemplos muy claros, y que a su vez se han convertido en grandes barreras para desarrollar una educación adecuada, son la falta de computadoras y acceso a internet, la ausencia de conocimientos y la falta de competencias para adaptarse a las clases en línea.
El traslado del modelo educativo presencial – al que todos estábamos acostumbrados– a uno digital ha sido muy complejo y retador. Tanto maestros, como padres de familia y alumnos han padecido las limitaciones de la educación virtual.
Si bien ya ha transcurrido un poco más de un año desde que esta situación inició, que aún existan problemas en torno a este mecanismo de estudio y aprendizaje denota la falta de una visión generalizada que pueda resolver estos inconvenientes.
A pesar de que existen diferentes enfoques y metodologías que las instituciones educativas aplican en su enseñanza, también hay un factor clave que hay que tener en cuenta: no todos comparten las mismas características en su hogar.
Algunos docentes son solteros, otros tienen familia, algunos alumnos pueden acceder fácilmente al apoyo de un familiar y otros se ven forzados a ser más autodidactas, entre otras situaciones.
Es, justamente, esa diversidad la que puede ser aprovechada para plantear un cambio en el modelo educativo que permita ser más inclusivo y aterrizado a la realidad. La viabilidad y eficacia de las clases virtuales podría verse perjudicada si estos factores no se resuelven a tiempo ya que solo acrecentaría aún más las diferencias ya existentes.
Educación en línea: ¿es mejor o peor?
Melvin Kranzberg, uno de los fundadores de la sociología de la ciencia, indica que la tecnología no es buena ni mala, pero tampoco es neutra. Según el columnista Baleriola, este argumento se puede trasladar también al contexto de la educación en línea. Por lo tanto, la afirmación que obtendríamos sería que: la educación virtual no es buena ni mala, pero tampoco es neutra.
Asimismo, Baleriola asegura que no sería correcto entender el traspaso de la educación presencial a la virtual como un fenómeno donde la única diferencia es la conexión sincrónica a través de una pantalla con conexión a internet. La experiencia va mucho más allá de ese factor de conectividad digital, pues debe incluir estímulos para que tanto docentes como alumnos se sientan parte del proceso de enseñanza.