CEO de EBP Consulting
IT Manager en Stakeholders
mario@ebp.pe
Miles de millones de descargas han transcurrido desde que Apple y Google lanzaran al mundo sus respectivos mercados de aplicaciones para teléfonos inteligentes. En el caso de Apple fue el App Store y en el de Google el Play Store (aunque inicialmente se llamó Android Market). Pero en todo este tiempo, mucho se habla, se difunde y se ostenta el terminal, el dispositivo de última generación, de excelente cámara y de finos acabados; pero nadie parece reconocer el valor de los markets en la historia de la telefonía móvil inteligente.
Pensemos unos segundos: ¿qué sería del smartphone más potente, elegante y versátil, sin una aplicación de mensajería instantánea como WhatsApp, por ejemplo? ¿O sin una aplicación que nos ayude a organizar nuestros pendientes de manera eficiente, como Tick Tick o una que nos permita encontrar la ruta más rápida a nuestro destino como Waze? Tendríamos un arcaico y cerrado teléfono con reproductor multimedia.
Sin duda, los markets de aplicaciones (incluso Microsoft Store, para su extinto Windows Phone) son la fuente de vida de todo teléfono inteligente. Es cierto que Google llegó segundo (después de Apple) y Microsoft tercero (que nunca brilló y finalmente sucumbió en octubre de 2017), pero la popularidad y versatilidad del sistema operativo Android, hacen del Play Store el market con más usuarios, aplicaciones y descargas en la industria. Aunque, hay que reconocer, las aplicaciones en el App Store tienen un funcionamiento más fluido a causa de dos factores contundentes: primero, el control que hace la gente de Apple con cada aplicación que se sube al App Store antes de publicarse y segundo: iOS, el sistema operativo del iPhone.
Sin embargo, hasta lo que va de este artículo, todavía no hemos mencionado la verdadera razón que hizo del market de aplicaciones una revolución equiparable al nacimiento del iPhone: el hecho que cualquier desarrollador (ya sea una persona o empresa), pueda crear aplicaciones y venderlas o entregarlas gratuitamente para su descarga. Esto ocasionó que millones de desarrolladores en el mundo contribuyeran a diversificar las opciones en los markets y actualmente tengamos aplicaciones para prácticamente cualquier cosa que nos podamos imaginar. Y algo todavía mejor: generó una avalancha de emprendimiento y nuevos jóvenes multi millonarios que vendieron sus pequeñas empresas a gigantes como Facebook (Instagram, por ejemplo); o incluso, que desarrolladores independientes como el vietnamita Nguyen Ha Dong, ganara 50 mil dólares diarios gracias a la publicidad que se mostraba en su desaparecido juego Flappy Bird.
El teléfono inteligente, de la mano de las aplicaciones que contiene, se ha convertido en el instrumento portátil más usado por el hombre de este siglo. Para muchos, es lo primero que vemos en la mañana antes de siquiera levantarnos de la cama. Para otros, incluso, también es lo último que ven antes de acostarse.
Ya sea para comunicarnos, relajarnos o trabajar, el smartphone ha superado a la computadora tan rápido, que apenas nos hemos percatado que podemos vivir días sin encenderla para revisar nuestro correo o hablar por Skype.
Esta revolución nos ha cogido desprevenidos y está cambiando la manera en que interactuamos con otros seres humanos. Hace diez años pensábamos que todo esto sería parte del futuro. Pero ya estamos en él.