Por Claudia Draghi - Chief Learning Officer & Cofounder en Minding

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Resulta imposible ignorar el ambiente. El Perú vibra entre la tensión electoral, los ecos de la inestabilidad política y la dura y persistente sombra de la inseguridad. Es en este contexto en el que los líderes empresariales tienen la responsabilidad dual de gestionar tanto los resultados como el ánimo de sus equipos.

La tentación natural es la de replegarse y esperar a que el «ruido» pase. Pero el liderazgo no se ejerce en el silencio, sino en la tormenta. Si bien la prudencia es vital, paralizarse solo asegura el estancamiento.

Necesitamos redefinir el optimismo. No como la fe ciega y superficial que niega la realidad, sino como esa convicción profunda, basada en la acción, de que se tiene la capacidad de influir en el futuro, a pesar de lo que ocurra en el momento presente.

La responsabilidad en la trinchera

La inestabilidad no es solo política; es también psicológica. Nuestros colaboradores y stakeholders buscan anclas en medio de la volatilidad. Es aquí donde la responsabilidad de cada líder se convierte en su mejor activo y necesitamos convertirnos en fuente de aprendizaje y nuevas posibilidades.  

¿Cómo se aterriza el optimismo cuando el entorno es fuente de incertidumbre y miedo?  Si bien no tengo una respuesta clara y específica, quisiera compartir tres ideas que tal vez puedan ayudar.

“Tenemos el reto de ser fuente de aprendizajes, de nuevas posibilidades y el ancla que el Perú empresarial necesita”.

1. Curiosidad como motor de oportunidad

Lo primero, es cambiar nuestro discurso y dejar de lado la narrativa de «país difícil«, “mercado contraído” o “estamos en crisis”. En un entorno complejo, la ventaja la logra quien se mueve con inteligencia. La clave no es predecir las elecciones, sino desarrollar la flexibilidad para operar con éxito bajo cualquier resultado. 

Poner sobre la mesa la realidad e invertir tiempo en escuchar y proponer nuevas ideas es la base para el surgimiento de nuevas posibilidades.

2. De la queja al aprendizaje

La queja es una distracción costosa que desenfoca y drena la energía. En lugar de lamentar la inestabilidad, necesitamos enfocarnos en diseñar soluciones que blinden la operación. 

La clave: equivocarse en chiquito y aprender en grande. 

Entonces, resulta fundamental aprender a gestionar el error con mentalidad de aprendizaje para cuidar la moral del equipo y animarlo a seguir buscando nuevas posibilidades.  

En un contexto de crisis, los líderes que demuestren coherencia, apertura y un compromiso genuino con sus clientes y equipos se convierten en imán de talento y clientes leales.  

La gestión del error ya no es una opción por elegir, es el pilar del avance y la armadura de la resiliencia.

3. Propósito como norte y fuente de calma

Los líderes tienen la responsabilidad de guiar y elevar las conversaciones de sus equipos. Compartir una visión práctica, acompañar las preocupaciones y moldear la calma estratégica resulta fundamental para procesar la información sin caer en el pánico.

Necesitamos transformar la ansiedad en análisis para gestionar las preocupaciones internas y movilizar voluntades hacia el logro de resultados de valor.

La huella del liderazgo

Si bien no podemos cambiar el mundo, sí podemos cambiar nuestro propio mundo. El camino no es esperar a que el Perú se «arregle», sino trabajar con la convicción de que cada acto de liderazgo ético, cada decisión audaz y cada inversión son una contribución directa a la estabilidad que todos anhelamos.

Al igual que esta revista en tus manos, hecha de papel reciclado, el optimismo más valioso es aquel que reutiliza la dificultad para aprender, crear algo nuevo y más fuerte: un negocio más ágil, un equipo más comprometido y un país más resiliente.

La responsabilidad de encender esa luz es nuestra. Tenemos el reto de ser fuente de aprendizajes, de nuevas posibilidades y el ancla que el Perú empresarial necesita.







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