En entrevista exclusiva con Stakeholders, la gerente general del Banco de Alimentos Perú (BAP), Daniela Osores, detalla el impacto alcanzado en más de una década de trabajo, el papel de la empresa privada y los desafíos estructurales que enfrenta el país en materia de inseguridad alimentaria. Lea más a continuación.

Banco de Alimentos: "Cada sol donado puede multiplicarse por cinco en impacto social"

Por Osmaro Villanueva

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En el Perú, más de 17 millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria moderada a severa. A pesar de los esfuerzos, los datos son preocupantes: el 47.6% de los alimentos que se producen en el país se desperdician, una cifra que, según estimaciones de la FAO, sería suficiente para alimentar a cerca de 2 millones de personas si se gestionara adecuadamente. Frente a esta realidad, el Banco de Alimentos Perú (BAP) emerge como una de las iniciativas más relevantes en la lucha contra el hambre y la malnutrición en el país.

Daniela Osores Bustios, gerente general del BAP, enfatiza que la labor de la organización no se limita a la distribución de alimentos, sino que busca generar un cambio estructural:

«El hambre no solo es un problema social, también es económico. Afecta el desarrollo cognitivo de los niños, su capacidad de aprendizaje y, en consecuencia, su futuro productivo. Esto impacta directamente en el crecimiento del país».

Un modelo con impacto multiplicador

El Banco de Alimentos Perú tiene una metodología eficiente y comprobada: recupera alimentos en buen estado que han perdido valor comercial, los clasifica y los distribuye a través de organizaciones sociales como comedores populares, albergues y colegios. En sus 11 años de operación, han rescatado más de 50,000 toneladas de alimentos, beneficiando a más de 1.2 millones de personas en 22 regiones del país.

La gerente destaca que el impacto del trabajo del banco va mucho más allá de las cifras. «Con cada sol que se dona al Banco de Alimentos, logramos un retorno social cinco veces mayor. No se trata solo de entregar comida, sino de cubrir toda una operación logística que garantiza el acceso constante y digno a alimentos de calidad para quienes más lo necesitan».

Frecuencia y sostenibilidad: la clave para salir del hambre

Un aspecto fundamental de su enfoque es la frecuencia de entrega. «No se trata solo de llegar a más personas una vez, sino de acompañarlas de manera constante», señala Osores. En este sentido, el banco apunta a crecer al menos un 20% cada año en su cobertura, pero también a mantener una atención sostenida que permita a las familias salir realmente de la inseguridad alimentaria.

Además, la estrategia del BAP busca empoderar a las comunidades para que logren la autogestión. Un ejemplo de esto es el programa Socio Unido, que ha brindado capital semilla a mujeres emprendedoras para que desarrollen pequeños negocios como talleres de repostería o confección. Más de 250 mil familias han sido beneficiadas por estos 15 proyectos de alto impacto.

La otra cara de la crisis: anemia y desnutrición

Uno de los efectos más devastadores de la inseguridad alimentaria es la anemia infantil. En el Perú, cuatro de cada diez niños menores de cinco años padecen esta condición. La falta de acceso a alimentos ricos en hierro, como la sangrecita o las proteínas básicas, está afectando su desarrollo cerebral y cognitivo. “Estamos hablando de generaciones enteras que podrían quedar condenadas a no desarrollar todo su potencial. Esto tiene consecuencias económicas directas, incluso podría reducir el PBI hasta en dos puntos porcentuales”, advierte Osores.

Más allá del desperdicio

La pérdida de alimentos ocurre en todos los eslabones de la cadena, desde la cosecha hasta el consumidor final. El agro representa casi el 53% de los desperdicios, seguido de la etapa de comercialización y procesamiento. «No es solo un problema logístico, también hay una falta de conciencia. Se desechan productos por temas estéticos, o porque las empresas no tienen canales para donarlos», explica la gerente.

Para revertir esta situación, la organización promueve el uso de la Ley de Donación de Alimentos, que permite a las empresas deducir estos aportes del impuesto a la renta. Esta herramienta ha sido clave para sumar aliados del sector privado y maximizar el impacto.

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