Brasil se enfrenta a una temporada de incendios forestales sin precedentes, que ha sido descrita por la Corte Suprema del país como una “pandemia de incendios”. En los últimos meses, el país sudamericano ha sido azotado por una megasequía devastadora que ha secado ríos, reducido la disponibilidad de agua y convertido vastas áreas de bosques en polvorines inflamables. Este fenómeno extremo ha afectado a casi el 60% del territorio brasileño, desencadenando una serie de siniestros que han arrasado campos, humedales y selvas tropicales.
A finales de agosto, se registraron más de 20.000 incendios en la Amazonia, mientras que el estado de Sao Paulo, al sur del país, ha sido devastado por cerca de 1.000 emergencias que han arrasado vastas áreas de cultivos de caña de azúcar, una de las principales exportaciones agrícolas de Brasil.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha tomado medidas para abordar la crisis, incluyendo la creación de una nueva autoridad para enfrentar los riesgos climáticos extremos y acelerar la respuesta del gobierno.
Una sequía histórica en Brasil
El calor extremo y la sequía están alimentando un ciclo destructivo. La actual sequía, catalogada como la más intensa y extendida de la historia, ha impactado de manera significativa desde el norte hasta el sureste del país. Ana Paula Cunha, investigadora del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta Temprana de Desastres Naturales, señaló que es la primera vez que una sequía abarca todo el territorio brasileño. La situación ha llevado al presidente Luiz Inácio Lula da Silva a visitar comunidades ribereñas en la selva amazónica, donde los bajos niveles de agua amenazan el suministro de bienes básicos.
Expertos en climatología de World Weather Attribution han identificado junio del 2024 como el mes más seco, caluroso y ventoso desde que comenzaron los registros en 1979. Este aumento en las condiciones extremas ha llevado a una de las peores temporadas de incendios en décadas, con más de 3.480 incendios en Sao Paulo en agosto, el doble de la cifra anual de 2023, y un récord en la Amazonia para los primeros seis meses de 2024.
La deforestación y la degradación forestal, impulsadas por la expansión agrícola y ganadera, han empeorado la situación. La pérdida de vegetación y los suelos secos han incrementado la vulnerabilidad al fuego, mientras que la deforestación continúa disminuyendo el almacenamiento de carbono y afectando el equilibrio climático. Luciana Gatti, directora del INPE, destaca que la deforestación contribuye más al aumento de las temperaturas en la Amazonia que el cambio climático global.