Un estudio estadounidense demostró que los niños tenían ocho veces más probabilidades de morir atropellados por un todoterreno que por un turismo normal.

Man car service worker using steam cleaner device for auto detailing of rear seats

Por Stakeholders

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Los autos son cada vez más grandes y ello genera consecuencias cada vez más graves no solo para el clima, sino también para la salud pública en las ciudades. El tamaño promedio de cualquier vehículo no deja de incrementarse desde hace años. Inclusive, los autos pequeños parecen estar ‘hinchándose’ cada vez más, en un proceso de ‘obesidad’ automovilística que va más allá de su apariencia estética.

Las pequeñas partículas procedentes del desgaste de los frenos de los vehículos, los neumáticos y las carreteras constituyen aproximadamente la mitad de las partículas contaminantes que se emiten al aire durante su circulación. Sin embargo, esta situación seguirá empeorando debido a que el parque automovilístico en las ciudades no para de crecer, así como el volumen de los autos.

Los vehículos que se compran hoy son más grandes que los que reemplazan. Esto afecta al estacionamiento y genera preocupaciones sobre la seguridad de otros usuarios de la vía. Un estudio estadounidense demostró que los niños tenían ocho veces más probabilidades de morir atropellados por un todoterreno que por un turismo normal. Los vehículos más grandes también tienen un mayor impacto en el clima y la contaminación del aire, de acuerdo con información del diario británico The Guardian.

Cada vez hay más estudios toxicológicos que alertan de posibles daños a la salud por la contaminación causada por los frenos, el asfalto de las carreteras y el desgaste de los neumáticos.

El profesor William Hicks y su equipo, del Imperial College de Londres, crearon un simulador informático para estudiar la contaminación del aire generada por los frenos. En su último estudio, seis vehículos diferentes realizaron recorridos simulados por Londres para ver si había grandes diferencias entre los distintos tipos de vehículos. Los frenos del SUV grande tuvieron que trabajar el doble que los de un automóvil compacto pequeño, lo que provocó una mayor contaminación por partículas.

¿Y qué sucede con los coches eléctricos? Las baterías de estos vehículos suelen hacer que sean un 20% más pesados que sus equivalentes de gasolina y diésel. Sin embargo, los vehículos híbridos y de batería tienen frenado regenerativo: utilizan sus motores eléctricos para reducir la velocidad, y cada vez que lo hacen ayudan a recargar la batería. Sólo utilizan sus frenos de fricción durante frenadas fuertes y lentas.

En el experimento, pese a su peso adicional, los frenos de los vehículos híbridos y de batería trabajaron menos que sus equivalentes de gasolina y diésel. La contaminación de los frenos se redujo en un 88% en el examen de conducción internacional y en un 68% en el de Londres.

Hicks declaró a The Guardian: “También me sorprendió hasta qué punto los estilos de conducción pueden influir en las emisiones debidas al desgaste de los frenos. La conducción y el frenado agresivos, que son habituales en la conducción urbana, generan una abrasión más directa entre el disco y la pastilla, pero también calientan los frenos, lo que también ocasiona más emisiones de partículas ultrafinas”.

“A largo plazo, el control inteligente del tráfico y la actitud del conductor deberían favorecer una conducción eficiente. Pero a corto plazo, los conductores pueden reducir la contaminación del aire conduciendo sin problemas. Esto podría lograrse mediante medidas para calmar el tráfico, campañas en los medios y cursos de concientización para los conductores”.







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